Al que madruga Dios le ayuda?

Me encontré un comentario muy gracioso en este blog, en el que se habla de la inconveniencia de madrugar todos los días en una ciudad de un clima tan dificil como es Bogotá. Lo reproduzco para vuestro deleite y entretenimiento:

“Hoy me levanté temprano, me puse los pantalones, me vestí lentamente, hice café, agarre mis palos de golf, me fui silenciosamente al garaje para no despertar a mi mujer, puse los palos en el coche, y procedí a sacarlo del garaje bajo una lluvia torrencial. Estaba toda la calle inundada y el viento gélido soplaba a 100 kilómetros por hora, Volví a entrar el coche al garaje, puse la radio y me enteré de que el mal tiempo iba a durar todo el día… Qué decepción! Entré de nuevo en casa, me desvestí silenciosamente para no despertar a mi mujer y me deslicé dentro de la cama. Despacito me acurruqué contra su espalda, la acaricié y le susurré al oído: ‘El tiempo afuera está horrible mi amor’. Ella me contestó medio dormida: ‘Ya lo sé. ¿Puedes creer que el estúpido de mi marido se fue a jugar al golf?'” Nota: También aplica para los que salen a hacer footing, andar, van al gimnasio, a hacer la compra, a trabajar, etc, etc, etc. Sigue madrugando…”