Sobre la auto-ayuda y el propio camino hacia el disfrute

En estos días he estado visitando varias librerías, para ver que títulos estaban disponibles de un tema técnico en particular. Como siempre, me doy una vuelta por el local para ver qué libro llama mi atención (A los que les ha pasado, sabrán de que hablo). Si bien es cierto que de un tiempo a esta parte abundan los libros sobre temas diversos para ayudar a mejorar cuanto aspecto de la existencia cabe en la mente humana, al verlos antes mi reacción fue distinta. Al principio era curiosidad y un sincero deseo de saber, luego, al ver que había tantas cosas, indiferencia, y lo último ha sido molestia y hasta mal humor.

Por qué? Básicamente porque absolutamente todo actualmente (y desde hace una buena temporada) es un negocio. Simple y llanamente. Mi percepción es que nadie se interesa genuinamente por compartir sus experiencias de sanación-mejora personal-auto-descubrimiento o lo que sea, sino que lo más importante es lucrarse para poder despreocuparse de los males del mundo, que todos asocian a la falta de dinero, en mayor o menor medida.

Hace un par de meses conocí a una persona que me impresionó sobremanera porque, al contarle el proceso en el que estoy inmerso, supo interpretar magistralmente mis dudas, expectativas e inquietudes. Como les dije a algunos de mis amigos, fue como si se hubiera metido en mi cabeza y visto lo que hay en ella. Sin embargo, al querer continuar hablando con él sobre los pasos a seguir para encontrar la orientación que busco, aclarando que tampoco esperaba que lo hiciera gratis, porque de algo hay que vivir, me envió un mensaje con unos precios realmente altos, más teniendo en cuenta que en el lugar donde vive, la mayoría de la gente no podría pagar algo así, lo que me hizo pensar que, o se quiere aprovechar del concepto ese de que “la salud y la felicidad no tienen precio” o que simplemente quiere hacer su agosto a mi costa. Ambas opciones me parecen desafortunadas y ruines.

Y hoy, al recorrer la librería como les contaba, todas las ideas se unieron en una sola y se tradujeron en un sentimiento de repulsa y asco hacia este tipo de cosas. En cierta medida, o mejor dicho, yo soy el responsable de ello, ya que me empeño en buscar soluciones a situaciones únicas y especiales en modelos externos, como si alguien más en el mundo estuviera sintiendo o pensando exactamente las mismas cosas que yo. Al final, se trata de descifrar nuestro propio manual de instrucciones, y el darme cuenta de ello ha constituido el mejor efecto colateral de lo que estoy contando. Si bien es cierto que ya desde antes mi propia mente y mi ser me habían dado pistas sobre ello, es más fácil seguir buscando para aplicar una solución como quien se toma una aspirina, y esperar un alivio rápido y duradero… Craso error.

Pues bien, he comenzado a escribir mi manual, porque también me di cuenta que muchas de las ideas en las que estaba basando la búsqueda vital que me ocupa, no tenían una razón de ser sólida. Por ello no voy a descartarlas, pero si a bucear más allá de lo evidente o socialmente aceptable para ver de donde salen y qué origina las motivaciones que tengo. Suena complicado? Lo es, pero al mismo tiempo es tremendamente atrayente…

Incoherencias

Hay cosas que definitivamente no entiendo. Hechos que me ponen a pensar, pero por más que me estrujo las neuronas, por emplear una frase muy coloquial, no llego a ninguna conclusión que satisfaga a mi sentido común. Cosas que son contrasentidos, que violan las reglas de lo elemental y posible. Como si no pasara nada de nada…

Ya que por fin me desahogué un poco, escribiré sobre lo que me molesta, a ver que opinan ustedes, amables lectores y lectoras. Hoy salí por la tarde a darme una vuelta, pues buscaba unos filtros de papel para una cafetera que no tengo (luego explicaré eso) y aproveché para acercar a Sol a la universidad. Hasta ahí todo bien. Eran alrededor de las 4 de la tarde cuando la dejé allí y me dirigí al centro a ver si encontraba, además de los filtros de marras, café orgánico para un experimento que estoy haciendo. No quería ir a ningún centro comercial, por aquello de que como el pequeño comerciante está muy afectado con la crisis, se me ocurrió que podría aportar mi granito de arena para reactivar el consumo comprando en alguna tienda particular.

Iluso de mi! Eran las 4:15 y todas las tiendas, a excepción por supuesto de las grandes cadenas, estaban cerradas a cal y canto. Comencé a caminar, un poco contrariado para hacer tiempo y de paso comprobar si era algo general o específico de algunos sitios, pero no. Todo cerrado. Lo peor (o mejor?) era que había mucha gente en la calle, y bastante gente estaba a la puerta de los comercios esperando pacientemente a que abrieran sus puertas…

El más elemental de los razonamientos, creo yo, hace pensar que si la gente no compra, hay que facilitarles la decisión en la medida de lo posible, es decir, no dificultar el cada vez más pequeño deseo o impulso de compra impidiendo que quien quiere hacerlo no pueda, cómo? No solamente bajando los precios, hay que MEJORAR LA ATENCIÓN AL CLIENTE, hacerle sentir importante, TRATARLO BIEN, ayudarle a escoger, abrir antes, cerrar más tarde, aprovechar la coyuntura navideña para esforzarse un poco más, recorrer esa “extra mile” que llaman en Estados Unidos para ganarse la venta y atraer más compradores y compradoras. Y no todo lo contrario. Es como si la gente dijera “me da igual que compren o no, ya vendrán en algún momento”. No señores y señoras, las cosas están muy difíciles y hay que reinventarlo todo, además, si no quieren vender, para qué carajo tienen un negocio?

Parece que se han olvidado de aquello de “El cliente siempre tiene la razón”, no porque sepa más que el vendedor, sino porque es quien compra y paga los salarios de los que venden. Lo más divertido es que no se hace porque no se sepa. Me explico. Este es el único país de los que conozco donde uno puede entrar en un bar y pedir algo así como “un café, corto de café, con la leche tibia, desnatada, en vaso de cristal y con un poco de nata” y lo sirven como si cualquier cosa! El problema principal es la actitud del trabajador, que simplemente está ahí porque “le toca” o porque “le pagan”. Si bien es cierto que no es obligatorio que a uno le guste lo que hace, la mejor actitud, para si mismo y los demás, es poner un poco de cariño en todo lo que hacemos. La buena onda es contagiosa y ayuda a aligerar la tensión en la que usualmente vivimos.

Pero claro, ya sé, soñar no cuesta nada. La inercia en este lugar es muy fuerte, y como decía Lampedusa, aquí cambiarán todo para que todo siga igual…

Conciencia y Unidad

Hace poco encontré un libro que me llamó mucho la atención, no solamente por el título o por quien lo escribe, sino porque me hizo percatarme de que mi mente se ha ido abriendo lentamente hacia una postura menos purista e intolerante. Y como me hizo caer en cuenta Sol, todo tiende hacia lo mismo, pero es agradable darme cuenta de que la idea primigenia de mi búsqueda siempre ha sido consistente.

El libro en cuestión se llama “Hara” y está escrito por el conde Karlfried Graf Dürckheim. En cuanto lo vi, sin saber de que se trataba, de alguna manera atrajo mi atención. Una vez que llegué a casa y comencé a indagar, me sorprendí aún más, porque este buen señor es alemán y escribe sobre un concepto muy profundo dentro del pensamiento espiritual de la cultura japonesa, lo cual, a decir verdad, me chocó un poco, porque estoy cansado de leer textos adaptados al gusto de occidente para que se vendan mejor, y que por el camino pierden toda su esencia, debido a que, como dicen los editores, “algunas cosas de estas son ininteligibles para el público medio”. Vaya ridiculez. Quien les ha dado poder para que elijan lo que entiendo y lo que no?

En fin. Controversias aparte, el libro habla del término Haragei, o la “emisión de energía” (ki) desde el Hara, o la base del abdomen. Muchas veces se refieren al Hara como la comunicación emocional. Todo esto estaría muy bien si no estuviera escrito por un autor que viene de una cultura tan metódica y racional como la alemana. Sin embargo, esto no queda allí. A medida que he ido leyendo (no he terminado), me he dado cuenta de que muchas de las ideas expuestas en el texto son atemporales y sobre todo, aculturales, compartidas por todas las creencias y civilizaciones, aunque interpretadas de manera diferente.

En este camino que he venido recorriendo desde hace ya unos meses, me he encontrado con preguntas que no tienen fácil respuesta, interrogantes que parecen ser contradictorios en si mismos, como el encontrar el equilibrio entre las exigencias del espíritu y la interacción diaria con el mundo exterior, la quietud necesaria para el desarrollo interior y el bullicio propio de la condición humana, el trabajar para vivir y el vivir para trabajar… No es fácil abordar estas cuestiones. Lo mejor (o peor, según se vea) ha sido darme cuenta que me falta un trecho grande por recorrer para encontrar mis propias respuestas, para verme sin filtros o imitaciones, sin valencias ganadoras o perdedoras, para descubrir mi verdadera esencia.

A veces tengo miedo. Temo necesitar aislarme totalmente del “mundanal ruido” para escucharme y aceptarme, porque también me he percatado de la importancia que tiene para mi el contacto social, aunque en alguna época pensara lo contrario y llegara incluso a agobiarme. Y viene el pánico, el síndrome de la comparación y la angustia por verme fuera de esa rueda frenética en la que se ha convertido la vida contemporánea. Pero luego recuerdo que fui yo quien escogió estar fuera de ese ritmo endemoniado para poder ver con claridad mis propias necesidades. Y no hablo del dinero o de la mal llamada realización personal. Hablo de lo que necesita mi ser para vivir feliz, del querer liberarme de la tensión entre esos dilemas que me han atormentado durante tanto tiempo, de encontrar el equilibrio.

Sorprendentemente, he ido aprendiendo poco a poco a soltarme, a dejar atrás aquello que ha pasado y que ya no forma parte de mi vida de manera activa. No del todo, porque todavía tengo muchas reticencias en ciertas cosas. Mi ego se resiste a dejar de mandar y esto hace que el camino se torne lento y hasta violento en ocasiones.

Pero bueno, soy todo eso: lo bueno y lo “malo” y el aceptarse con todo ello es el primer paso para vivir plenamente, desde mi punto de vista. No hay recetas mágicas y los métodos que les sirven a algunos no son eficaces en el 100% de los casos. Hay que encontrar nuestra propia solución a medida, que es como un cepillo de dientes, personal e intransferible. En ello ando…