Todo está mal

No me malinterpreten. No quiero posar de pesimista compulsivo y crónico ni nada por el estilo. El título simplemente refleja lo que he venido pensando últimamente sobre lo que está pasando en este planeta en el que vivimos: es como si todas las consecuencias de la alocada gestión y comportamiento de quienes caminamos sobre su superficie nos estuvieran pasando factura a la vez. Déjenme explicarme…

Otra aclaración antes de comenzar: esto no pretende ser la misma “repetición de la repetidera” sobre los problemas del hambre, la miseria y demás, por todos de sobra conocidos… Ahora si, vamos allá.

Imagínense lo que pasa, o bueno, pueden leer el periódico si no tienen ganas de hacerlo: hay crisis, por qué? Porque a unos pocos les dio por jugar con la buena fe de muchos y sostuvieron un sistema basados en mentiras y expectativas irreales que nunca se cumplieron. Resultado? La gente perdió la fe en el sistema bancario, y lo que es peor, el sistema perdió la fe en si mismo y ahora cree que todos sus antiguos clientes son peligros potenciales para su supervivencia. Suena paradójico, pero simplificando mucho, es una buena explicación.

Cuales han sido los efectos colaterales? Algunos buenos (no muchos, que comentaré más adelante) y otros malos para los que pagamos, es decir aquellos (todos) que están viendo cómo nuestros estimados gobernantes dilapidan nuestro dinero para ayudar a salir del atolladero a los bancos y demás instituciones que estaban abusando de la confianza de la gente…

Es increíble ver cómo en un momento se aprueban cantidades astronómicas para tapar un agujero aparentemente sin fondo, porque nadie quiere reconocer la extensión de los daños, mientras que cada día hay más desempleo y problemáticas sociales porque el ciclo económico está atascado: si no hay crédito, no hay inversión y sin este apalancamiento, las empresas no venden. Si esto ocurre, la producción baja y hay que prescindir de personal para ajustarse a las condiciones. Estos nuevos desempleados se amarran el cinturón y no consumen, lo que empeora todavía más la situación, convirtiéndose en un círculo vicioso.

Pero vayamos más lejos: sinceramente me parece un despropósito que las familias o las personas tengan que pagar cantidades exorbitantes por un alquiler (!) o para comprar una vivienda. El sentido común (y ciertos estudios económicos) hablan de que si se gasta más del 30% del total de los ingresos de un núcleo familiar para pagar una deuda hipotecaria o un alquiler, se corre el riesgo (ya comprobado por muchísima gente) de que se presente una peligrosa falta de liquidez. O el simple hecho de que haya un gran número de viviendas vacías o que la relación entre salarios y coste de la vivienda sea simplemente imposible de calcular, y más sabiendo (de labios de un constructor), que el coste real de edificar una casa o piso es aproximadamente el 30 ó 40% de su precio de venta en el mercado. La avaricia al poder otra vez…

Y así ocurre con infinidad de productos y servicios. El afán de ganar dinero a toda costa se lleva por delante hasta a su propio “ecosistema”, haciéndolo insostenible. Si bien es cierto que ha resistido una buena temporada, el ciclo está llegando a su fin, porque simplemente ya no funciona. Desde mi punto de vista, no bastarán todas las medidas económicas que se les ocurran a quienes manejan el dinero del mundo para recuperar la confianza, porque se seguirán descubriendo problemas ocultos que permanecían al abrigo de un esquema permisivo donde todo valía, hasta ahora.

Qué viene ahora? Creo que finalmente la masa crítica para un cambio a gran escala se está alcanzando o llegará en un futuro cercano. Es inconcebible que un 4 o 5 % de la población esté acaparando el 80 ó 90% de los recursos del planeta, y para acabar de empeorar, de la manera más irresponsable posible.

Saben que es lo que más me preocupa? La indolencia rampante a la que nos quieren seguir sometiendo los medios de comunicación, que a toda costa quieren desviar la atención de los problemas de verdad a través de noticias tendenciosas, televisión y radio sin ningún contenido útil, para que sigamos pensando que la solución vendrá, como siempre, de alguien a quien casi nunca hemos visto en persona, o para que sigamos consumiendo pensando que entre más tengamos, menores serán nuestros problemas. Y para terminar, una frase muy popular entre los indigentes de mi país cuando están pidiendo una limosna: “Recuerde amigo que uno se muere y nada se lleva…”

El comienzo de una nueva era

Supongo que todos ustedes ya sabrán que el candidato demócrata Barack Obama ganó las elecciones para convertirse en el presidente número 44 de los Estados Unidos de América. Fue una elección distinta, porque los estadounidenses, hartos del intervencionismo sin sentido de Bush (a quien, sin embargo, eligieron dos veces!) optaron por un cambio de dirección con la esperanza de recuperar el liderazgo y sacar al país de la profunda crisis en la que se halla inmerso.

Debo admitir que en un principio no pensé que fuera posible lograr un cambio de conciencia a tanta escala, y más conociendo la trayectoria política de ese pintoresco país. Recuerdo todavía los debates encarnizados entre Hillary Clinton y el ahora presidente electo, en una lucha que sólo parecía beneficiar a los republicanos, hasta que finalmente la ex-primera dama reconoció la fuerza mediática y el carisma del candidato de Hawai y le ofreció su apoyo, casi me atrevería a decir que demasiado tarde.

Obama es un “recién llegado” a esto de las lides políticas, y eso parece ser que lo ha favorecido. No ha hecho una carrera larga, ocupando varios cargos importantes, como casi todos sus antecesores, pero ha estado en contacto con la gente incluso antes de iniciarse en el mundo político. Fue curioso escuchar en un documental de la MSNBC fechas cómo 1990, 1999, etc., cuando McCain, su rival demócrata, contaba sus traumáticas experiencias en la guerra de Vietnam. Lo cierto es que su atípica carrera puede darle una significativa ventaja a la hora de encarar los viejos vicios que plagan el quehacer de gobierno de una de las naciones más poderosas del planeta. La llamada “Mente del Principiante” puede obrar milagros para renovar las ya desvencijadas estructuras de poder de los Estados Unidos.

Sin embargo, tengo también que decir que “amanecerá y veremos”. Ya estoy cansado de escuchar promesas que a la larga no se cumplen y tener que conformarme con ser un espectador de los contínuos errores y desaciertos que aquellos que se autoproclamaban como “la solución” cometen impávidos, sabedores de que mientras detenten el poder, nadie podrá cuestionar su autoridad de manera eficaz (aparte de impeachments y otras fórmulas usadas en raras ocasiones). El senador de Illinois promete y mucho, representa la esperanza de millones de personas que alzaron su voz para decir “ya basta”. Habrá que ver si es realmente un catalizador y canal del cambio o simplemente sus buenas intenciones se diluyen en las veleidades del poder.

Para terminar, un deseo para el nuevo presidente: “Trabajo, trabajo y trabajo”. Y por supuesto, mi frase favorita “がんばって ください” o “Hazlo lo mejor que puedas”.