Saturación

Llegan ocasiones en la vida en que la mente no puede más. Lo conocido comienza a hacerse insoportable. Y no hablo de la rutina, sino del entorno en general. Aquello que en el pasado nos proporcionaba placer se convierte en un patético objeto que estorba e incomoda. Si bien es cierto que es posible comenzar de nuevo en la mayoría de las ocasiones, el peso de los años y de la mal llamada experiencia vital hacen que el cambio y dejar la inercia sean cada vez objetivos más complicados. Las distracciones no alcanzan a ser un consuelo para la existencia, sino que se ven como puntos en los que posamos la vista durante un momento, para tratar de desviar la atención de esa insoportable experiencia.

Lo paradójico es que el acumular, eso que supuestamente nos da seguridad y confianza, se convierte en un lastre muy pesado a la hora de buscar nuevos rumbos. Y esa cárcel que creamos en el exterior e interior de nuestro ser nos impide respirar nuevos aires. Nos cuesta soltar, dejar, seguir el flujo. Tememos a lo desconocido. Nos arrinconamos en eso que consideramos estable. Vana ilusión. Lo único permanente es el cambio.

Pronto me embarcaré en una nueva etapa de conocimiento personal. Debo confesar que tengo algo de aprensión. El bucear en las profundidades de uno mismo puede ser una experiencia aterradora. Y como decía el gran maestro, encontraré sólo lo que llevo conmigo. No sé si alegrarme o asustarme…

7 días sin pantallas (II)

El experimento finalizó un poco abruptamente. En realidad, la desconexión total duró sólo un par de días, por varias razones. No me quiero justificar ni mucho menos, pero el saber que tenemos la posibilidad de resolver un problema pasando unos minutos u horas frente a una pantalla, hace que los otros métodos parezcan arcaicos e inconvenientes.

Por otra parte, deshacerse de la inercia después de tanto tiempo es más difícil de lo que creía. Si bien es cierto que ahora paso muchas menos horas conectado, y mis amigos me lo dicen, todavía me cuesta no saber que está pasando “ahí fuera”. Lo que si he conseguido es permanecer aislado del bombardeo de noticias por radio, televisión y periódicos o revistas, (algo así como repetir esta experiencia, aunque con carácter indefinido) tanto online como offline, desde que comenzó el año, y la verdad, me he sentido más tranquilo sin que me estén recordando constantemente que el mundo llega a su fin por la tan cacareada crisis económica, o porque el clima esté haciendo cosas muy en línea con lo que estamos haciendo todos con el planeta.

Es posible vivir asincrónicamente en este sentido, pero también hay que entender que la información se convierte en una adicción complicada de manejar, porque la asocio (asociamos) con el poder, con el que “no me cojan desprevenido”, con el “pude hacerlo más rápido / barato o mejor por saber…”. La cultura del “no error” en la que nos hayamos casi que impide tener ratos de solaz, alejados de todo tipo de tecnología.

De todas formas, no creo en los extremos, y si algo aprendí con esta experiencia, es que si quiero limitar o eliminar algún factor de mi vida con el que no quiera contar más, lo mejor es ir gradualmente, en especial si se trata de un hábito ya viejo y hábil como es la dependencia de la información. Y, para terminar, el vivir aislado para darle la espalda a los problemas que nos acechan me recuerda peligrosamente al avestruz que esconde su cabeza en un agujero con la esperanza de que el peligro pase por encima sin darse cuenta…