Las ventajas de cerrar algunas puertas

Czech Door

El otro día me encontré con este artículo (en inglés) en el New York Times, donde se habla de la conveniencia de no tener tantas opciones abiertas a la vez, para poder concentrarnos en algo concreto y dejar descansar nuestra mente. Es curioso, porque venía pensando desde hace tiempo que el poder tener un “plan B” (y C, D, E…) nos da una falsa sensación de seguridad, cuando lo que realmente hacemos es tener que mantener estas alternativas “vivas”, invirtiendo tiempo y esfuerzo que podríamos emplear disfrutando más de aquellas cosas (pocas) que realmente nos satisfacen. Me hizo pensar sobre todo eso que emprendemos pero que al final no disfrutamos (hobbies, personas, familia, etc.).

Así que la próxima vez que me encuentre en una situación en la que haya muchas opciones, un buen comienzo puede ser preguntarme: “Qué haría Xiang Yu en este caso?”

Paseando por mi barrio

El sábado salí de mi casa justo después de comer porque quería tomar algunas fotos de los ciruelos en flor que abundan en esta época, un raro espectáculo que dura solamente unos pocos días a principios de primavera, pero que se ha adelantado este año por las temperaturas inusualmente altas que han caracterizado este invierno. Era algo que quería hacer desde hacía bastantes años, pero entre una cosa y otra, siempre que me acordaba, ya era demasiado tarde…

Así que cámara en mano, me dirigí hacia una pequeña plaza peatonal que queda cerca a mi casa, pero como quería fotografiar las dos variedades (blanca y rosa), me fui alejando hasta terminar por un paseo fluvial donde suelo ir a pasear o a montar en bici.

Pink Plum Flowers

Big White Plum Tree

White Plum Flowers Closeup

Sin darme cuenta, comencé a andar más y más y fui fotografiando las flores y los árboles que me iba encontrando. Incluso dí con una pareja de urracas! (las fotos, dedicadas con todo cariño a Santi y Francesc…), pero al ser estos animalitos muy tímidos e inquietos, me costó muchísimo poderles hacer alguna foto decente (la verdad, me hicieron correr y cambiarme de margen del rio para perseguirles), además de la dificultad añadida de tener muchas ramas secas de por medio que despistaban al autofoco de la cámara. Lo mejor es que pude ubicar uno de sus nidos, donde pienso volver para hacer más fotos.

More pink plum flowers

The elusive magpie

Elegant magpie

Vi algunos patos y otras aves, además de flores silvestres corrientes que no entraban dentro del plan, pero que al final fotografíé por su singular belleza.

Duck in the river

Yellow flowers

Bird in tree

Hice casi 200 fotos, pero escogí solo la que me parecieron mas bonitas. Algunas otras pueden verse en mi página de Flickr.

Lo que iba a ser una excursión corta a 50 metros de mi casa, se convirtió en un paseo de casi una hora y media de duración que me sirvió para recordar lo cerca que puedan estar esos lugares que muchas veces necesitamos para desconectar y entrar en contacto con la naturaleza…

El intruso

Señoras y señores, tenemos un intruso a bordo. Muchas veces no nos damos cuenta de su presencia, o si lo hacemos, le ignoramos por completo. Lo cierto es que él (o ella) sigue ahí, y poco le importa lo que hagamos o dejemos de hacer. En realidad, lo único relevante es alimentarse de nuestros pensamientos. Al principio, poco puede hacer con ellos, pero a medida que va engullendo más y más, va adquiriendo poder. Y cuando llega a lo que entiende como masa crítica, es cuando comenzamos a notar su presencia. Su curiosidad crece, primero con la inocencia de un niño, pero después, cuando tiene más experiencia e información, comienza a jugar con nosotros, primero suavemente y luego cada vez con más violencia.

Y una vez que comienza, no puede detenerse. El poder de la información es como una droga. Y cada día que pasa necesita de dosis más altas para calmar su apetito. Así que nos guste o no, lo vemos cada vez más seguido. Normalmente aparece cuando nuestra mente quiere estar en reposo. Y digo quiere porque sencillamente no puede. En cuanto hay un espacio vacio, el intruso corre a llenarlo con su equipaje, normalmente denso y pesado. Y esto, sencillamente, no nos deja vivir. Nos incomoda, nos estorba, nos agobia.

Hay momentos en el el intruso está especialmente activo y nos va agotando lentamente, sin que apenas nos demos cuenta de ello. Así un buen día nos levantamos de la cama y al mirarnos al espejo, vemos otra persona. Nuestra cara ya no es lo que era. Lo que vemos es SU rostro, normalmente ajado y agotado, como el de un adicto en pleno síndrome de abstinencia.

Y ahí es cuando comienza la lucha encarnizada por librarnos de ese incómodo lastre. El problema es que nos ataca con nuestras propias armas. Literalmente lee nuestra mente, sabe de antemano qué haremos o qué estrategia queremos usar en su contra, y se las ingenia para desbaratar todos nuestros planes. El combate es desigual, partimos con desventaja, al tener un espía dentro de nuestras filas que va telegrafiando todos y cada uno de nuestros movimientos al enemigo.

Lo único que queda es plantarle cara. Encontrarle en medio del campo de batalla y decirle “aqui estoy y no me moveré hasta que te vayas”. Otros optan simplemente por parlamentar y construir una especie de convivencia pacífica, un pacto de no agresión sostenido en la fragilidad de las buenas intenciones. Pero no hay que olvidar que su adicción no cesa nunca, y que tarde o temprano, volverá a las andadas.

Hay que prepararse para una larga guerra, llena de trincheras infectas, enfermedad y miseria, campos minados y traiciones recurrentes. Lo único que hay que tener claro es que no podremos ganar si luchamos con técnicas convencionales: hay que ser sutiles y a la vez compasivos. La desorientación y la comprensión serán nuestras mejores armas y debemos concentrarnos en aprender a usarlas eficazmente. Al fin y al cabo, son nuestra única esperanza…

Odios (II)

Hace ya un tiempo que comencé esta lista donde contaba algunas de las cosas que no me gustan de este pintoresco planeta, y en especial de mi propia vida. Entre una cosa y otra, el tiempo fue pasando sin que pudiera retomarla, a pesar de estar cada vez más convencido de mi aversión por temas variados. Hoy me ha venido la inspiración, así que disfruten de la segunda parte:

1. Las fotos familiares en la web: Señores, por favor: entiendo perfectamente el amor eterno e incondicional que tienen los padres hacia sus hijos, pero no me cabe en la cabeza que si alguien tiene una cuenta en Facebook, MySpace (muy mal hay que estar para entrar a este sitio…) o similares, la imagen que salga sea la de su hijo, hija o hijos preferidos. Recuerden, la familia no roba la personalidad y el centro del universo no son los hijos, por más que muchos quieran creerlo así…

2. Las webs “sociales”: Si, al principio son una maravilla, porque nos encontramos con viejos amigos, conocidos o ex-compañeros, sea de trabajo o de estudio, pero al cabo de un tiempo nos damos cuenta que, una vez superada la euforia inicial e intercambiados los primeros (y muchas veces últimos) mensajes de “hola! que bueno verte, cuéntame qué es de tu vida!”, el entusiasmo desaparece y nos aburrimos enormemente al saber que alguien está “esperando algo”, “feliz”, “estrenando…”, “a punto de salir para…”, “con un dolor de cabeza terrible” o tonterías del estilo. La verdad, si quiero saber cómo está alguien, cojo el teléfono, lo visito o le mando un mail. No me interesa estar actualizado “minuto a minuto” de sus últimas andanzas. Por otro lado, mucho del contenido de estas páginas está directamente relacionado con el ego de su propietario: en cuantos países he estado, cuantos amigos tengo, el “concurso” de las fotos más bonitas de todas (así sean rematadamente malas), etc., etc., etc…

3. Los coches de “altísima” gama y sus estúpidos conductores: De esto ya había hablado anteriormente, pero quiero recalcar que todavía no he visto el primer contrato de compra-venta de vehículos que nos garantice que, a partir de cierto valor, adquirimos derechos divinos y las leyes son aplicables para aquellos “mortales” que no pueden permitirse entrar en el olimpo de la impunidad y la imprudencia.

4. Safari y su manía de romper los formatos: Este apunte es bastante técnico, pero tenía que decirlo. Cuando escribo en esta web y no recuerdo la manía asesina de Safari de destruir los formatos y comerse los saltos de línea, maldigo el momento en que Apple decidió que ese era el estandar para su navegador web. Y una vez que me ha pasado el enfado, arranco Firefox y comienzo a corregir los estropicios, me repito una y otra vez “la próxima vez usa Firefox, la próxima vez usa Firefox…”

5. Los amigos ingratos: Estoy convencido de que todos tenemos vidas “plenas y felices” (nótense las comillas) y que dentro de nuestras múltiples e importantes ocupaciones, muchas veces no tenemos tiempo para acordarnos de lo que es realmente importante. Me pasó algo curioso hace un tiempo. Me di cuenta que estaba “persiguiendo” a mis amigos, lanzando pings de vez en cuando para que no se olvidaran de mi. Y lo conseguía la mayoría de las veces, pero hace poco decidí comprobar quienes estaban realmente ahí, sin necesidad de tocarles el hombro de vez en cuando. El resultado? Hace mucho que no se de casi nadie. Un experimento bastante elocuente, no?

6. La hipocresía: También de esto había hablado antes, lo malo es que sigo pensando que la gente es buena por naturaleza, y me llevo sorpresas desagradables una y otra vez. Qué pasaría si por un dia decidieramos ser francos, directos y honestos? No creo que el mundo se acabara, pero muchas cosas cambiarían.

7. El síndrome del “Ombligo del Mundo”: Esto puede sonar raro, pero existe. Hay personas, grupos e incluso ciudades enteras (los que me conocen ya saben de qué estoy hablando…) que, a pesar de no haber visto nada distinto a su realidad cotidiana, insisten en afirmar que lo suyo es lo mejor del mundo, con diferencia… y tienen la desfachatez de atacar inmisericordemente a los que, teniendo una perspectiva bastante más amplia, les hacen caer en cuenta de su error. Si bien es cierto que la ignorancia es atrevida y que el status quo es lo más tranquilizador que existe, traigo a cuento las palabras de Fernando Savater sobre el tema: “Viajar es la mejor cura contra la intolerancia”, además de la ignorancia, digo yo…

8. Las páginas web que no llevan a ninguna parte: Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Entramos en alguna página buscando información y nos vemos inmersos en una sucesión interminable de clicks que no llevan a ningún sitio. La mejor muestra de lo que NO se debe hacer en una web aqui. No pierdan su tiempo tratando de ver el catálogo, los puntos o las ofertas. Es simplemente imposible.

9. Las páginas web sin campo de búsqueda: Por favor, a quien se le ocurre hacer que un pobre usuario que no tiene la culpa de nada, se tenga que pasear por los intrincados y muchas veces mal diseñados contenidos de una página web para encontrar algo? Patético. Normalmente no vuelvo nunca más a estos sitios. Me enerva la idea de que me hagan ver cosas que no quiero o no necesito.

10. La incompetencia por sistema: No hay nada que me agote y enfurezca más que las respuestas prefabricadas o formuladas sin pensar o tener en cuenta a la persona que hace las preguntas. Lo peor de todo es que parece que es contagioso. A medida que pasamos más tiempo con estos especímenes grises y anodinos, nuestra capacidad de reaccionar, ser amables y efectivos va disminuyendo exponencialmente. Donde quedó el servicio al cliente? La buena atención? Las sugerencias personalizadas? Ah claro, casi se me olvida: la gente trabaja porque “debe” y sobre todo, para pagar las deudas… eso de disfrutar y hacer bien tu trabajo… nada. Tonto de mi, qué ignorante!

La cultura de la velocidad

Passing Lights

Esta mañana vi algo que me hizo reflexionar mucho sobre esa prisa innata que parecemos tener todos, y que asociamos con el éxito y la productividad.Cuando iba hacia mi coche, me encontré con una niña de unos 4 años y su padre que iban cogidos de la mano. La pequeñita estaba montada sobre un patinete rosa y se disponían a pasar la calle para llegar a la escuela, cuando por la esquina opuesta apareció un enorme camión de la basura. Como la niña estaba un poco indecisa sobre si avanzar o no, el padre le dijo “Vamos! Tenemos que cruzar antes que venga el camión!”. La niña se confundió todavía más y finalmente rompió a llorar, aterrorizada ante la posibilidad de que esa mole ruidosa se acercara a ella y le hiciera daño. Lo cierto es que el camión estaba a unos 50 metros de donde se desarrollaba la escena y había tiempo de sobra para llegar a la acera opuesta tranquilamente, que fue lo que yo hice.

Si bien es cierto que algunas veces la velocidad de reacción puede hacer la diferencia en ciertas situaciones, en la mayoría de las ocasiones tenemos la opción de esperar un poco y hacer las cosas con más calma, generalmente con mejores resultados y menos presión. Lo triste es que, como en este caso, transmitimos, a veces sin darnos cuenta por estar ya acostumbrados, la sensación de que “entre más rápido, mejor”.

Nos hemos vuelto adictos a la velocidad, al placer inmediato. Si algo tarda más de lo que consideramos “correcto” o “aceptable” (y estos plazos son cada vez más cortos), nos invade la ansiedad, el estrés y el mal humor. Corremos y corremos sin tener muy claro hacia donde vamos, e imprimimos esa sensación de urgencia a todo lo que hacemos. A cuantas personas hemos visto mirando el final del libro que estan leyendo para saber cuantas páginas les falta para acabarlo? Cuantos aceleran por la autopista para llegar antes? Cuanta gente mirando el reloj una y otra vez cuando esperan a alguien?

Hemos renunciado al disfrute, la meta es más importante que el camino que seguimos para llegar hasta ella. Una afirmación algo maquiavélica, que se traduce en menos calidad de vida y un sentimiento de agobio y opresión cada vez mayor.

Personalmente, me di cuenta hace una temporada que ese afán de “aprovechar el tiempo” no deja más que decepciones y un amargo sabor de boca. Queremos llegar al futuro sin siquiera mirar donde estamos o que hacemos ahora mismo. Y si no miramos hacia “adelante”, nos quedamos anclados al pasado, que, para bien o para mal, es estático. Al fin y al cabo, como me dijo alguien que conozco: “El tiempo no se gana ni se pierde, simplemente pasa”.

Y cómo se hace? El primer paso es darse cuenta del aquí y el ahora. Fijándome un poco más en lo que pensaba, me di cuenta que mi mente vivía o en el futuro o en el pasado, ignorando casi por completo lo que estaba pasando en el momento presente. Una vez que somos conscientes de ello, el comenzar a “frenar” se hace más fácil.

Uno solo basta: Un buen truco es el de no llevar tantos relojes encima. Con uno solo es suficiente. Puede ser el de muñeca o el del móvil, pero no ambos. Lo ideal es no llevar ninguno, pero esto puede parecer un poco extremo para algunos. Con esto evitamos la “tentación” de estar mirando contínuamente el paso del tiempo y percatarnos de lo lento o lo rápido que va, según la situación.

Un momento de tranquilidad: Otra idea útil es la de dedicar un período del día a no hacer nada. Al principio resulta muy dificil, porque nuestra mente nos grita que estamos “perdiendo el tiempo” y que hay “mucho por hacer”. Sin embargo, el concentrarnos en un punto de la pared de la habitación en la que estamos, o simplemente en nuestra respiración, hará que nos tranquilicemos paulatinamente. La mente va quedando en blanco y esa película sin fin que presenciamos continuamente, se verá desplazada por una sensación de vacío que asusta un poco pero contribuye a relajarnos. Comenzar con periodos cortos (unos 3-5 minutos) e ir aumentando progresivamente es útil para crear un hábito.

Aquí y ahora: Concentrarnos totalmente en lo que hacemos también nos transporta al presente. Por ejemplo, si estamos comiendo, es bueno sentir el sabor de la comida, disfrutar cada bocado, en lugar de tragar mecánicamente y estar pensando en lo que haremos después o las cosas que tenemos inconclusas. Lo mismo aplica para muchas otras actividades como leer, escribir, caminar o dormir! (A todos nos ha pasado alguna vez que por estar pensando en lo que haremos al día siguiente o en el plazo que se cumplirá, nos resulta muy dificil o imposible conciliar el sueño).

Conclusión: Por supuesto, cada cual sabe qué es lo que le hace desconectar, pero lo mejor de todo es que, sea como sea, podemos descubrir que para disfrutar de la vida plenamente no necesitamos muchas cosas, con poner un poco de atención encontraremos lo que realmente nos satisface…

Cómo lidiar con alguien que nos intimida

Me encontré con esta historia del Buda y me encantaría compartirla con ustedes. Recuerdenla cuando alguien quiera importunarlos o hacerlos sentir inferiores:

“Una vez un hombre se acercó al Buda y comenzó a insultarle. El Buda simplemente escuchaba como el hombre le gritaba todas las ofensas e improperios conocidos. Al cabo de un rato, el hombre se detuvo y se sorprendió al ver al Buda sonriendo.

El hombre le preguntó “Por qué sonríes? Te he insultado, atacado tu honor y gritado. Cómo puedes estar tan tranquilo?”

El Buda le hizo una pregunta al hombre: “Dime, si una persona no aceptara un regalo que le están ofreciendo, a quién pertenecería este regalo?”

El hombre, perplejo, pensó por un momento y respondió: “Pertenecería a quien ofreció el regalo, por supuesto”.

y el Buda dijo: “No acepto tus insultos”.

La mediocridad al extremo

Hoy me he encontrado con esta nota en el diario El Mundo que me dejó anonadado. Resulta que un canal de televisión de Madrid ha descubierto una vía para evitar todos los controles policiales y de aduanas del Aeropuerto de Barajas, que permite a personas que llegan a la T4S, especialmente latinoamericanos, entrar a territorio español sin ser apenas molestados. Lo único que les separa de la ansiada “tierra prometida” es una puerta corriente que no cuenta con ningún tipo de protección ni seguros, y que según se ve, ha sido forzada varias veces por razones obvias. Una vez dentro, es cuestión de coger un ascensor y salir tranquilamente a la zona de los taxis. Lo “mejor” es que todo el proceso está perfectamente explicado en una hoja que se vende (presumiblemente a precio de oro) en países como Colombia, Perú, Ecuador…

Tanta tecnología, tantos controles, tantos perros, tantos millones de euros invertidos y tantos policías por todas partes no han podido evitar la malicia indígena de unos pocos. Me pregunto: cuantos indeseables (sicarios, traficantes, etc.) habrán podido aprovechar este “ligero descuido” hasta hoy? A cuantos habrán amenazado / extorsionado / chantajeado para obtener el dichoso papel? Mejor ni pensarlo. Pero no importa “España va bien”…

Actualización: Parece que ya se han tomado algunas medidas al respecto.

Y ahora qué?

Hoy se produjo la esperada y publicitada liberación de dos de los más de 800 secuestrados que tienen las FARC en su poder desde hace casi 10 años. Después de haber quedado en ridículo ante la opinión pública internacional, al mentir sobre el paradero del hijo de una de las rehenes puestas en libertad, este grupo insurgente demostró (!) que no son necesarias zonas neutrales o negociaciones sin fin para liberar a la gente que tienen retenida en contra de su voluntad.

Creo que el peor delito que puede cometerse contra un ser humano es privarle de la libertad. Y es un mal que hemos padecido en Colombia desde hace muchos años, sin que nadie haga nada por evitarlo. De poco han servido las manifestaciones de repulsa por parte de todos los estamentos públicos y privados para que esta lacra desaparezca, porque como ya se ha visto y ha quedado en evidencia más de una vez, los guerrilleros de las FARC no tienen ningún ideal u objetivo que les permita entender o justificar el dolor innecesario que causan a familias inocentes por su afán de lucro o notoriedad en esta guerra sin sentido que lleva más de 40 años lastrando al país. Bien es sabido que la violencia engendra violencia, y los sentimientos de quienes han estado en poder de estos señores no pueden ser otros que los de la venganza. Así continúa la macabra espiral de odio en la que este país se encuentra sumergido sin que por el momento se vea ninguna solución.

Si las FARC realmente quieren la paz en Colombia y que haya justicia social, deben comenzar a demostrar carácter de estadistas con un gesto que les coloque a un nivel civilizado para comenzar a hablar de cambio y transformación. No entiendo por qué siguen causando tanto daño a la población colombiana, si a la vez hablan de querer equiparar las condiciones de vida de todos los que habitan en esta tierra. Acaso no hay otra via que la del miedo y el terror con que someten y “gobiernan” a aquellos que tienen la mala fortuna de vivir en los territorios que se encuentran bajo su influencia? Es así como quieren llegar al poder? La gente no es tonta señores, y habiendo vivido y sufrido todo lo que ha ocurrido en estos años, la última alternativa será la de permitir que un grupo de desequilibrados anacrónicos tome las riendas del país.

Qué nos ha dejado este conflicto? Ha mejorado la calidad de vida de la mayoría de la población? Se ha acabado la corrupción? Nuestra imagen internacional ha cambiado para mejor? Los gobernantes son más justos? Ha disminuido la delincuencia? Ha aumentado el nivel educativo y cultural? En absoluto. Ahora tenemos más división, menos tolerancia, más pobreza, más deuda externa, menos infraestructuras, más desigualdad, mucho más miedo y mucha menos esperanza. La prueba fehaciente está en las interminables colas de ciudadanos ante los consulados y embajadas extranjeras buscando la manera de salir de allí a como de lugar, y del éxodo interminable de profesionales y empresarios que simplemente no pudieron más.

Los tiempos en los que el garrote y la palabra fácil dominaban la escena han acabado. Nos hemos cansado de soportar caudillos de dudoso origen que vienen con ínfulas mesiánicas a prometer un cambio inmediato y celestial, que al final solamente beneficia a sus propios intereses. Llegó la hora de escuchar a la gente de la calle, a aquellos que hemos venido sufriendo en silencio este calvario, que hemos renunciado a nuestra tranquilidad porque no había otra opción.

Si son el “Ejército del Pueblo”, por qué no lo escuchan? El pueblo no son solamente los campesinos, ni los ricos, ni la clase media. El pueblo somos todos, y como tal tenemos deseos y expectativas diferentes. No podemos sesgar a un país porque exista pobreza o porque la riqueza esté en manos de unos pocos. No tenemos la culpa de que la historia se haya desarrollado de determinada manera, ni podemos cambiarla.

Lo que si podemos hacer es comenzar un nuevo camino donde las partes no escondan sus verdaderas intenciones, donde la meta única sea el bienestar del país en conjunto. Ya basta de estupideces e ideales caducos. Si propugnan tanto la igualdad y la distribución de la riqueza, no les parece que los Rolex, el whisky, las mujeres y los lujos con que agasajan a sus líderes delante de sus tropas, mal vestidas y peor alimentadas, que están allí por miedo o falta de opciones, son un contrasentido?

Coherencia por favor, aunque este concepto tal vez será incomprensible para sus “pensadores” y “estrategas”. Ya basta. Si de verdad les interesa que el pueblo los apoye y convertirse en una opción política y social, es hora de dejar de comportarse como animales…