Inutilidades

Hoy estuve en el centro haciendo unas gestiones y me encontré con un grupo de gente que decía estar haciendo huelga. Bien por ellos y ellas, parece que se sienten bien marchando en el frío, gritando consignas, inundando la ciudad con papeles (que no sé muy bien quien paga), llevando pancartas, protestando por algo que no saben muy bien que es, y por supuesto, faltando al trabajo, porque creen que así van a “presionar” para que “mejoren” sus condiciones, o al menos, que no les quiten lo mucho o poco que les queda.

Mi reflexión sigue siendo la misma: las huelgas no sirven para nada. Básicamente porque una vez que se protesta, al día siguiente se vuelve al trabajo y todos contentos. No se consigue ningún efecto a largo plazo o duradero. La verdadera presión, y de esto parece que nadie se entera (bueno, corrijo: los bancos y demás entidades financieras lo tienen claro hace mucho tiempo…), es la que podemos ejercer haciendo uso responsable de nuestro dinero: sacándolo de los bancos, consumiendo responsablemente y/o simple y llanamente, dejando de comprar compulsivamente. En ese momento, cuando los grandes emporios comerciales e industriales vean que la gente ya no busca la felicidad en una tienda, se replantearán muchas cosas. Antes no. Todo seguirá igual, por muchas huelgas y protestas a las que acudamos u organicemos.

El modelo en el que vivimos no es sostenible ni aconsejable, al menos para la mayoría de las personas que no se lucran con el sufrimiento ajeno. La única solución es cambiar el sistema y para bien o para mal, si no estamos dispuestos a modificar nuestros hábitos y a dejar de creer que otros son los que tienen que arreglarlo, no veremos nada nuevo bajo el sol.

Todos somos responsables, por acción y/o por omisión. Así que si no nos remangamos, las cosas no van a variar en lo más mínimo. Hay que hacer esfuerzo, y por más que duela, es la única solución para salir del atolladero en el que nos hemos metido o peor, en el que hemos dejado que nos metan.

Y como una imagen vale más que mil palabras, le cedo la pluma a Quino: