Desconectados

En estos tiempos de la Web 2.0, la comunicación instantánea y la posibilidad de acceder a todo tipo de contenidos de manera casi inmediata, sorprende ver que todavía queda gente (mucha) que no conoce toda esta tecnología y sus implicaciones. No voy a hablar hoy de los países que no tienen acceso a estas formas de comunicación por una u otra razón, sino de las personas que viviendo en lugares en los que esto es más la norma que la excepción, han permanecido “inmunes” a esta onda de comunicación masiva y casi obligatoria, sin sentirse especialmente perjudicados o afectados por ello.

Sin embargo, como nos hemos acostumbrado a las “pantallas”, refiriéndome a los medios que anteponemos a nuestros sentidos actuando como filtros y por los cuales nos enteramos de lo que pasa a nuestro alrededor, echamos en falta conocer las opiniones o incluso las actividades cotidianas de aquellos a quienes admiramos o consideramos una guía en este mundo complicado y nebuloso en el que vivimos. Pongo el ejemplo de Twitter, lugar en el que podemos ir anotando lo que hacemos o nos pasa, y que muchas veces, dentro de su brevedad, lo que allí se escribe tiene pinceladas de genialidad e inspiración. Aunque también, todo hay que decirlo, hay quienes escriben únicamente tonterias…

Lo mejor (o peor, según se vea) es que estamos desarrollando nuevas habilidades de comunicación, que le están quitando protagonismo al contacto personal y sincrónico. La moda ahora es el control obsesivo y la asincronía: queremos manejar cómo, cuando y donde nos comunicamos, teniendo siempre la potestad de interrumpir el contacto a voluntad, sin tener que asumir la responsabilidad del rompimiento del canal. Siempre se puede decir que “se cayó Internet” o que “no hay cobertura” para salir de una conversación incómoda o simplemente aburrida. Queda en desuso el mirar a los ojos e interpretar lo que hay detrás de un gesto o una palabra. Lo único que recibe todo nuestro contacto es un frío dispositivo o una pantalla muda… Inventarán algún día algo capaz de transmitir las emociones tal y como las sentimos? Es una posibilidad fascinante y a la vez terrorífica…