La filosofía del irlandés

Vi esto en un recuerdo de la Catedral de San Patricio en Nueva York:

There are only two things to worry about:
Either you are well or you are sick.
If you are well, then there is nothing to worry about.

But if you are sick, there are two things to worry about:
Either you will get well or you will die.
If you get well, then there is nothing to worry about.

But if you die, there are two things to worry about:
Either you will go to heaven or you will go to hell.
If you go to heaven, then you have nothing to worry about.

But if you go to hell, you’ll be so  busy shaking hands
with all your friends, then you won’t have time to worry!

 

Sólo existen dos cosas por las cuales preocuparse:
O estás sano/a o estás enfermo/a.
  Si estás sano/a, entonces no tienes nada de que preocuparte.

Pero si estás enfermo/a, hay dos cosas por las cuales preocuparse:
O te recuperas o mueres.
  Si te recuperas, entonces no tienes nada de que preocuparte.

Pero si mueres, hay dos cosas por las cuales preocuparse:
O te vas al cielo o al infierno.
Si te vas al cielo, entonces no tienes nada de que preocuparte.

Pero si te vas al infierno, estarás tan ocupado/a saludando y charlando con todos/as tus amigos/as
que no tendrás tiempo para preocuparte!

Círculos

A veces nos dejamos absorber tanto por las nimiedades de la vida que consideramos “importantes” o “imprescindibles” y nos olvidamos de lo que realmente importa. Se vienen cambios y grandes, sin embargo, estas pequeñas revoluciones comienzan en casa, en las profundidades de cada uno y una de nosotros. No por qué esperar a que el mundo de un paso para darlo nosotros.

Para mi, es hora de, como decía alguien que conozco, cerrar un círculo, acabar una etapa y volver a donde todo comenzó, para empezar un nuevo giro, que no sé que traerá, pero que viene cargado de planes, esperanzas, sueños, aprendizajes y sobre todo, un objetivo y una dirección concretas.

El viaje comienza en breve y promete ser muy interesante…

Los dos lobos

Un día
Un anciano le contó a su hijo
sobre la batalla
que tiene lugar dentro de cada persona…

Le dijo: “La batalla se libra entre dos lobos dentro de cada uno de nosotros”

Uno de ellos es el Mal:
La ira, la envidia, la tristeza, los remordimientos, la culpa, las mentiras y el ego.

El otro lobo es el Bien:
La alegría, la paz, el amor, la humildad, la serenidad, la bondad, la fe, la compasión, la esperanza y la verdad.

El hijo le preguntó a su padre: “Y cual lobo gana?”

Y el viejo respondió: “Aquel al que alimentes”

El día después

El otro día comentaba con una persona conocida que me gustaría mucho que la crisis financiera explotara de una vez por todas, no por ningún afán efectista o demagogo, sino porque tengo curiosidad por saber que pasaría después, sobre los efectos que la caída del sistema bajo el que hemos vivido durante tantos años ocasionaría en la vida cotidiana de las personas de a pie.

Por una parte, la incertidumbre de  no saber exactamente cómo proceder en caso de la desaparición de los intermediarios financieros genera una incomodidad bastante grande, ya que hoy por hoy es muy poca la gente que se imagina la vida sin bancos o dinero físico. ¿De donde provendrían los recursos para financiar empresas o el consumo? ¿Cómo valoraríamos la cantidad de una mercancía para obtener otra? El trueque, si bien suena bastante atractivo, es, en términos prácticos, un sistema bastante engorroso.

Pero por otra, tengo una gran curiosidad de saber cual será el desenlace y el principio de otra etapa, de esas que se han repetido muchas veces en la historia, pero que por ignorancia o simple “comodidad” nos negamos a recordar, estudiar y sobre todo, tener en cuenta. No es la primera vez que el planeta afronta una crisis de estas proporciones, ni es esta la ocasión en que los supuestos “líderes” (nótense las comillas) se muestran totalmente incapaces para responder o actuar en consecuencia. Lo que si constituye una diferencia importante es el mayor flujo de información a disposición del ciudadano y ciudadana comunes y corrientes, que permiten a la vez tener más elementos de juicio y confundirse o perderse.

Y por último, creo firmemente que un factor determinante es la respuesta ciudadana ante los cambios que están ocurriendo. Si en situaciones similares anteriores, la gente asistía impotente ante los ires y venires de sus reyes o dirigentes, en este momento el poder popular está más fuerte que nunca, aunque también nos hayamos instalado en la comodidad de lo personal e individual, comprando la idea que nos han ido instilando lenta pero seguramente durante décadas: que el individuo como tal es incapaz de generar un cambio significativo en el conjunto de la sociedad, y ahogado en las redes del consumo como supuesta respuesta a nuestras inquietudes personales y espirituales.

¿Qué hacer? Lo dije antes y lo reitero ahora: parar el consumo compulsivo, aprovechar al máximo los recursos de los que disponemos y sobre todo, ejercer una mirada crítica sobre los fenómenos sociales y económicos que estamos viviendo, sin dejarnos asustar o influir por las noticias malintencionadas de casi todos los medios de comunicación. Hay que ser, hoy más que nunca, plenamente conscientes de nuestra propia realidad y papel en la sociedad, para actuar en consecuencia.

La causa (y solución) de todos nuestros problemas

Una vez más, el inmortal Jaime Garzón pone de manifesto que el sentido común es la mejor arma contra la ignorancia y la intolerancia reinante en estos tiempos del ruido. Sustituyan la palabra “Colombia” por el país, región o ciudad de su elección. Si hay términos que no comprenden, por el contexto podrán deducir su significado…

 

Viajar ligero por la vida

Desde hace bastante tiempo estoy algo, digamos, obsesionado con el no arrastrar cargas ni pesos innecesarios. Y por ello cada vez más trato de llevar un estilo de vida acorde a este deseo. No es fácil. Toda una vida de acumulación y miedo de perder o de no soltar “por si acaso” dejan su huella. Sin embargo, poco a poco, con paciencia y humor, voy aprendiendo a no ser tan radical y a soltar sin volverme loco.

Hoy fue uno de esos días en los que mi intención de ir ligero de equipaje fue más patente que nunca: unas amigas de Sol regresaban a sus respectivos países después de pasar un par de años aquí estudiando y aprendiendo. Sin embargo, a la hora de facturar las maletas, comenzaron los problemas: exceso de peso, objetos con un valor sentimental grande que se resistían a dejar, así fueran viejos y casi inservibles, el drama de tener que elegir bajo presión, la carrera contra el reloj…

Sé que no es tan fácil deshacerse de muchas cosas materiales, sin embargo, la experiencia que presencié me hizo reflexionar y ver que voy por buen camino. Si bien todavía estoy apegado a ciertas cosas y me produce tedio el pensar en regalar/vender/donar/tirar mucho de lo que tengo, cada día que pasa agradezco el necesitar menos y ser feliz con lo que tengo, sin ansiar nada fuera de mi alcance y aprovechando al máximo todas las sensaciones y el disfrute que aquello que me es cercano, materialmente hablando, me produce.

La búsqueda incesante de placeres y emociones “fuertes” puede ser gratificante durante un tiempo, pero si nos convertimos en adictos a ellos / as, terminaremos por no disfrutar nada y el volvernos esclavos de la novedad. Créanme: es una adicción como cualquier otra: el ir saltando de un interés a otro sin poder o querer parar, sin darse la oportunidad de saborear cada “bocado” no es muy agradable que digamos, además de caro y poco ecológico… Y al final, siempre pasa lo mismo: el vacío que queda es aún peor que cuando comenzamos.

Las experiencias, como diría mi querido amigo Luis, no ocupan espacio, no pasan de moda, no consumen electricidad, duran toda la vida y nos producen la misma agradable alegría cuando las recordamos o revivimos. Me gusta acumular experiencias y vivir sin amarrarme a aquello que no merece la pena.

Bien decía mi padre que “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”: Sabias palabras…