La Dernière Fois

A veces olvidamos que cada momento es una última vez, y que no sabemos con certeza si esa ocasión será insignificante o definitiva para lo que viene después. Vamos por la vida a toda velocidad hacia ninguna parte y dejamos de prestar atención a aquello que es importante, sea de la magnitud que sea.

Y tal vez por esto mismo, nos volvemos adictos al logro y al resultado. A conseguir algo en concreto como resultado de nuestros esfuerzos, ignorando convenientemente el hecho de que mucho de lo que hacemos no tiene ningún sentido. Sin embargo, la motivación es precisamente llegar a ese lugar soñado y cuando lo logramos, normalmente nos damos cuenta que el vacío del que huíamos está allí también en todo su esplendor.

Pueda que sea todo esto consecuencia de un hábito adquirido no se sabe cuando ni cómo: la incapacidad manifiesta de detenernos y observar con calma y detenimiento en lo que nos hallamos inmersos. Sin embargo, nos hemos vuelto expertos en suprimir ese instinto de la via natural para posponer un rato más la decepción mayúscula descrita antes.

No hay que tener miedo de asomarse al infinito. Tal vez encontremos algo que no esperamos y que resulte ser justamente lo que estábamos buscando con tanto ahínco tratando de mirar compulsivamente hacia otra parte…

El fino arte de no hacer nada

El otro día alguien me preguntaba a que me dedicaría si me tomara un sabático. La respuesta automática fue “me entregaría por completo al fino arte de no hacer absolutamente nada”. Y tal vez la respuesta tiene mucho que ver con un hastío mayúsculo hacia la ingente cantidad de compromisos, distracciones, decisiones, obligaciones, apariencias y “mantenimiento de imágenes” a las que estamos sometidos todos y cada uno de nosotros durante el transcurso de la vida.

La lógica podría indicar que a medida que pasa el tiempo deberíamos volvernos más selectivos sobre cómo lo usamos, pero en su lugar hay una especie de vórtice invisible que, en lugar de alejarnos de toda esa vorágine de falsas ocupaciones (viajes, compras, reuniones, etc.), nos arrastra más y más hacia ellas, porque “es lo que hay que hacer / decir / pensar / mostrar”, sin darnos tiempo a cuestionar si es lo que queremos en realidad o si nos ponemos a ello con alguna falsa excusa (los hijos / la familia / los amigos / la inercia / el miedo / el aburrimiento…)

Y no se engañen, el no hacer nada no es tan fácil como parece. Requiere de tiempo y dedicación exclusiva para no ceder a los cantos de sirena de un futuro mejor que siempre está a una compra / viaje / fiesta / comida / evento de distancia. Debo confesar que me considero un neófito en el tema, sin embargo, creo que con algo de voluntad y dedicación, supongo que podré desarrollar la habilidad necesaria para volverme competente en este “oficio”…