Estupideces Colectivas

Más allá de teorías conspiranóicas, planes del nuevo orden mundial y demás temas de moda, la “crisis” (nótense las comillas) de la nueva variante de la gripa que supuestamente va a exterminar a la humanidad es una buena ocasión para reflexionar sobre nuestra capacidad de análisis y sobre todo, la absoluta fragilidad y estupidez que ahora parece ser la norma en nuestra sociedad.

El hecho de dejar que el miedo se apodere de la gente, olvidando por completo la capacidad de razonar en primer, segundo y tercer grado, dejándose convencer por los medios de desinformación masiva, a los que la gente toma como la verdad absoluta, y esto sin hablar de internet y las mal llamadas redes sociales, que no hacen sino contribuir a la desinformación y el pánico infundado, hace que sea necesario cuestionarse sobre la validez de los cimientos sobre los que hemos construido nuestra identidad en estos tiempos.

Tomamos todo lo que circula por el ciberespacio como una realidad incuestionable sin pararnos a pensar en los intereses que puede haber tras una noticia o rumor. Son económicos? Quieren ver cómo reaccionan los mercados a determinados estímulos o noticias? Aplica esto tambien para las personas? Es una prueba para saber cómo manejan determinada situación?

Lo más triste es que hemos olvidado el principio básico a aplicar a toda información que recibimos: comprobar las fuentes. Si bien el mar de internet está muy contaminado, hay maneras de comprobar que lo que leemos o escuchamos es verdad o no. Y esto nos ayuda a ser más objetivos a la hora de emitir (o no) opiniones.

Sin embargo, la reflexión va mucho más allá. El cultivar la capacidad de afrontar situaciones sin importar su naturaleza, de la mejor forma posible, sin depender de lo que pase fuera, es la clave para conservar la calma y no caer en la irracionalidad, que hace que se tomen decisiones erradas y con consecuencias graves en el tiempo.

Alguien que conozco dice que, en este orden, estos son los temas a los que hay que prestar atención en la vida: la salud, el dinero y el amor. El orden no es arbitrario. Sin salud, no se puede generar dinero y la conservación del amor se dificulta sobremanera. La pregunta es: cuantas personas tienen esto claro?

Cuantos pueden responder que su salud es a “prueba de todo” por tener una alimentación sana, practicar ejercicio regularmente, descansar y sobre todo, por vivir tranquilamente de verdad? (Hablo más sobre esto en breve)

Cuantos responderían confiadamente que tienen sus finanzas bajo control? Que no tienen deuda y que saben exactamente que está pasando y cómo manejar su dinero?

Y por último, y no por ello menos importante, cuantos pueden decir que van por la vida despreocupadamente porque saben que nada se puede controlar y que hay que saber adaptarse a las circunstancias, teniendo muy presente que sólo hay que preocuparse por las cosas realmente importantes, y que al final, se dieron cuenta que no hay nada que lo amerite?

De las crisis es vital sacar las lecciones aprendidas, porque de lo contrario habremos perdido el tiempo y, en muchas ocasiones, la salud y el dinero… Ojalá el ejercicio de reflexión sirva para estar mejor preparados para la siguiente, que no tardará en llegar…

En tránsito

Voy a “pedirle prestada” la frase a mi amiga Ruth, porque creo que viene muy bien para explicar lo que me está pasando en estos tiempos. Desde la vuelta a casa, he tratado, de la mejor forma posible, de adaptarme, o debería decir mejor, de “readaptarme” al ritmo de vida cotidiano del país. Y no voy a utilizar ningún adjetivo como “acelerado”, “frenético” ni nada parecido, porque finalmente he entendido que la velocidad de la vida la ponemos nosotros mismos, y no el entorno que nos rodea. Si bien es cierto que hay que invertir una cantidad extra de energía para no dejarse “arrastrar” por la inercia y lo que está asumido por todos y todas las demás, me he dado cuenta que es posible, aplicando la técnica del junco, es decir, adaptándose sobre la marcha a lo que ocurre, sin oponerse a las cosas que no tienen importancia.

Sin embargo, la mente y el cuerpo han cambiado. La percepción de la realidad no es la misma que hace casi 12 años, época en la que decidí dejarlo todo atrás para emprender un camino que no había sido hollado antes por nadie de mi entorno cercano. El renunciar al status y a la aparente comodidad de tenerlo todo relativamente resuelto: una carrera profesional con algo de futuro, un lugar donde vivir, una pareja y un tren de vida que se ajustaba bastante bien a las expectativas y experiencias pasadas de quienes me rodeaban, por la inquietud y el desasogiego que me producía el vivir en una sociedad donde la inseguridad, la impunidad, el valorar la trampa por encima del trabajo, y la presión por el logro y el éxito se medían (y se miden) por la cantidad de dinero que tienes en el banco y del que puedes disponer.

¿Qué me he encontrado ahora? De todo un poco. Sin embargo, la tónica general es la de las deudas, el agobio económico, la búsqueda frenética de la formula mágica que permita dejar de trabajar de una vez por todas y dedicarse a hacer algo (no sé muy bien qué específicamente), sin preocuparse por los billetes y las monedas. El materialismo campa rampante por la mayoría de lugares y sigue siendo muy válido aquello de “amigo cuanto tienes, cuanto vales”.

¿Qué me espera? No lo sé con certeza. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, me siento libre para escoger qué quiero hacer, donde y de qué forma. De alguna manera, los miedos que tenía en el pasado se van diluyendo, y aunque soy consciente de que “vivir del aire” no es una opción, las posibilidades ahora son mayores y de alguna forma, más esperanzadoras que simplemente el resignarse a consumirse en un trabajo rutinario totalmente alejado de los sueños y los anhelos verdaderos, persiguiendo una felicidad que no llega nunca.

Hay que tener paciencia y seguir explorando, que es al fin y al cabo, para lo que vinimos aquí…

Sin ataduras

Este pequeño extracto de una semblanza que su primera novia “seria” hace de Steve Jobs en Rolling Stone, en sus tiempos de juventud cuando la fama todavía no le había llegado y era un romántico sin un céntimo, con una pareja preocupada por la falta de recursos, me ha hecho pensar y sentir sobre el valor relativo que le damos a todas las cosas. Juzguen ustedes:

“We had very little money and no foreseeable prospects. One evening after we had splurged on dinner and a movie, we walked back to our car to discover a $25 parking ticket. I just turned inside out with despair, but Steve did not seem to care. He had a deep well of patience when it came to discouragements. We drove to the ocean near Crissy Field in San Francisco and walked out onto the beach to see the sunset, where I began talking about money worries. He gave me a long, exasperated look, reached into his pockets and took the few last coins and dollars we had and threw them into the ocean. All of them.”