Puntos de Inflexión

A veces la inercia de la vida, buena o mala, me lleva a simplemente aceptar lo que ocurre sin cuestionarme demasiado sobre su sentido. Sobre todo cuando lo que está pasando me satisface o al menos no me incomoda. Olvido dar las gracias, reconocer el presente y hasta revisar el pasado para no desconocer lo aprendido o lo vivido.

Sin embargo, cada día trae un momento sutil para simplemente volver a comenzar y centrarme en lo que tengo enfrente. Si he pecado por omisión u acción, pido sinceras disculpas. Tal vez no haga propósitos de enmienda, sin embargo, si que reconozco de corazón todo lo bueno que me ocurre aquí y ahora, así no le ponga nombre y apellidos o una medalla / recordatorio visible.

A medida que pasa el tiempo, la discreción y el silencio van ganando terreno. Sin querer desconocer mi parte necesaria en hacer saber a quienes tienen la paciencia infinita de admitirme en sus vidas, que son importantes y que les agradezco de manera genuina todo lo que hacen por mi, prefiero simplemente dejar que las pequeñas o grandes acciones cotidianas actúen como emisarios diligentes y que con un poco de suerte, el mensaje sea recibido tal como lo he concebido…

Recuerdos Olvidados

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“Rainbow Fox” de Ann Marie Bone (Imagen tomada de www.top13.com)

 

En estos días he estado escarbando aquí y allá, entre la grandísima cantidad de información que acumulamos de una forma u otra, y me he encontrado con pequeños y grandes detalles que habían desaparecido de mi memoria: acciones, personas, hechos relevantes, ocasiones especiales (o no), libros, textos, sonidos, canciones, risas, fotografías que muchas veces estaban asociadas al recuerdo “equivocado” o simplemente, a una parte pequeña de la historia ocurrida.

Si bien es cierto que sabemos de sobra que la memoria comienza a fallar con los años, es curioso darme cuenta que recordamos sólo aquello que queremos, o en otras palabras, olvidamos cosas que son importantes que sin embargo, no consideramos dignas de permanecer en nuestro cerebro. ¿Cual es el criterio de selección? No lo tengo claro. Lo que si es evidente, gracias al ejercicio de recorrer el pasado a través de lo que he escrito o conservado, es que voy dejando atrás situaciones o trozos de información que tal vez me resultaron dolorosas o incómodas por alguna razón que no recuerdo (!). La pescadilla que se muerde la cola…

Sin embargo, creo que es momento de retomar y mantener el sano hábito de escribir lo que me parece relevante, antes que la memoria lo haga pasar por su filtro implacable y simplemente deje de existir como parte de mi historia, que creo es digna de conservar para evitar el desagradecimiento o el simple hecho de repetir experiencias o centrarme únicamente en lo que me pasa ahora, dejando a un lado aquello del pasado que me ayudó a construir este presente que estoy viviendo.

 

Little Kaiju

Esta historia sobre el “pequeño monstruo” que habita en las máquinas expendedoras que hay en casi todos los sitios de Japón, me recordó todo eso que hemos olvidado: la fantasía, la inocencia y sobre todo, la alegría que se esconden detrás de todas las tragedias de la vida cotidiana. Muy del estilo de Taniguchi en “La Montaña Mágica”… (Vía Leo Babauta en G+)

Desde otro lugar

A veces recuerdo a mi padre y a mi abuelo: sus gestos, sus palabras, las cosas que solían hacer o decir. Pienso en los momentos que pasamos juntos, algunos buenos y otros no tanto. La disciplina, los regaños, las risas, los momentos importantes, su legendaria inexpresividad. Los dos se parecían muchísimo e hicieron un pacto.

Cuando pienso en ese acuerdo, no puedo evitar preguntarme si me estarán viendo desde algún sitio, si, como hago yo a veces cuando veo una situación desde otra perspectiva, sabiendo lo que puede pasar y observando al o a la protagonista de turno que sin saberlo, se encamina a un determinado desenlace, se preocuparán o dirán “no!” o “sí!”, o si de alguna manera, con una mano sutil e invisible, me dan de vez en cuando un golpecito en el hombro para que me de cuenta de algo…

La vida sigue. Y aunque ellos ya no estén y sus memorias se vayan desvaneciendo lentamente, los recuerdo a veces, con intensidad y tranquilidad al mismo tiempo, pensando que quizá me observen sin más, y vean como vivo mi vida como espectadores de excepción, como quien ve una película con interés y sin juzgar.

De cuando en cuando acuden flashes a mi memoria de momentos concretos, de situaciones especiales, de tensiones y sonrisas. Y también, aunque rara vez, recuerdo esa llamada a la madrugada para contarme que mi papá ya no estaba más aquí. Y todavía me sigue produciendo una sensación agridulce.

Sin embargo, y curiosamente, ya no me siento solo. Puede que, después de todo, alguien esté acompañándome sin que me de cuenta…