Amables Advertencias

La vida se encarga, de cuando en cuando, de recordarnos sutilmente que nada es permanente y que lo único seguro es el cambio y la incertidumbre, así suene a redundancia barata. Los acontecimientos van ocurriendo y nos vemos envueltos en ellos como la escena de cualquier película de guerra donde un grupo de soldados corren hacia un objetivo bajo una lluvia de balas enemigas. De pronto nos damos cuenta que uno de nuestros compañeros ya no está corriendo junto a nosotros, luego otro cae justo en frente y así sucesivamente, hasta que un proyectil aleatorio nos impacta (nunca mejor dicho) y queriéndolo o no, debemos dejar de correr para yacer inmóviles en el campo de los sueños que es esta existencia.

Cuando eso ocurre, hay dos opciones: que nos hayamos preparado de antemano y a conciencia para que una determinada situación cese de un momento a otro, teniendo en mente que todo es efímero y pasajero, o que aquello que ocurrió nos deje sorprendidos, impotentes y doloridos, porque no pensábamos que nos podía ocurrir…

Al final, lo único seguro es que todo acaba, de cualquier manera. Si ciframos nuestras esperanzas en esa falsa inmortalidad que nos han hecho creer que tenemos, el golpe recibido, venga de donde venga, será mucho más dificil de afrontar cuando llegue su momento inevitable…

Inercias y Malas Influencias

Después de una temporada relativamente larga en el lugar donde vivo (vivimos), hoy he sabido que es tiempo de moverme (movernos) y buscar un nuevo hogar. Curiosamente la noticia ha causado una reacción que creía superada: un miedo irracional a lo desconocido, recuerdos de situaciones similares en el pasado que no acabaron muy bien, incertidumbres y oscuros futuros. La mente no discrimina entre presente y pasado y simplemente funciona trayendo a colación la información que le parece relevante para una situación parecida, así no tenga ninguna semejanza con sus datos.

Al final de cuentas, el saber y estar convencido de que no hay ninguna causa o consecuencia y que simplemente las cosas suceden espontáneamente, sin karmas o conceptos parecidos, nos permite observar tranquilamente (aunque sé que ningún adjetivo alcanza para describir ese centro en eterna calma) lo que ocurre y simplemente dejar que el cuerpo, eso que no somos, actue en consecuencia.

Y aunque todavía no ha llegado el espacio temporal donde debamos movernos fisicamente, haciendo caso (de manera informal) a Marie Kondo, agradezco de corazón a estas cuatro paredes, a este vecindario con sus altas y bajas (nuevamente haciendo uso de adjetivos innecesarios e incompletos) por lo vivido en este espacio en estos años de permanencia (otra palabra superflua).

Es tiempo de seguir la corriente (como siempre) y simplemente observar como el cuerpo y este mundo ilusorio siguen su curso sin prestar demasiada atención. Sin embargo, de alguna forma, se percibe que es tiempo de irse y mudar de piel, recibiendo lo que venga de la manera mas tranquila y sosegada.

Al final de cuentas, estas experiencias efímeras nos dejan ver una vez más, lo transitorio de este sueño y las veleidades sin fin de la mente, que si es obedecida, hará de la existencia en este plano una experiencia incómoda y desagradable en todo momento…