El Empleo

Un corto muy diciente del cineasta argentino Santiago Grasso sobre el desencanto actual hacia el trabajo. Para mi, es una sensación bastante común la de tener que hacer algo que simplemente no nos satisface por una cantidad determinada de dinero para cumplir con ciertas exigencias sociales y, lastimosamente, suplir necesidades que a estas alturas de la historia, ya no deberían ser pagas (vivienda, comida, salud, educación, etc.)…

 

La Vida o el Trabajo

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Imagen tomada de www.designyourway.net

 

Hoy, en una tranquila tarde de domingo dedicada a esos quehaceres rutinarios que sin embargo nos parecen agradables por poder hacerlos sin prisas ni agobios, abro el correo de la oficina para encontrarme con una noticia muy triste: uno de mis compañeros del trabajo, director de área, de unos 47 años, ha fallecido por un ataque cardiaco. Coincidencialmente, esta semana la conversación principal fue sobre esos “cantos de sirena” que contituyen la motivación de casi todas las personas: la fama, el dinero, el reconocimiento, el poder acumular o ser dueño de innumerables cosas materiales que a veces ni usamos o hemos olvidado que tenemos. Esa carrera sin fin para alcanzar una supuesta estabilidad que nunca llega, porque, recordando las palabras de un buen amigo y mentor, todos estamos a dos meses de la bancarrota.

¿De verdad creemos que vale la pena sacrificarlo todo por una determinada suma de dinero? ¿Por una casa? ¿Porque sea posible matricular a los hijos en un “buen” colegio? ¿Por poder viajar a sitios que no queremos conocer para gastar lo que no tenemos, queriendo “mostrarnos y presumir” ante gente a la que no le importamos? ¿Es así de importante sacrificar hasta la propia vida por una cuota de ventas? ¿Por satisfacer los intereses voraces e interminables de una organización para la que sus empleados son simplemente números en un centro de costos y sólo son apreciados por aquello que son capaces de vender?

El mundo material está lleno de distracciones en las que nos han hecho creer que encontraremos la felicidad y la paz interior que tanto anhelamos, sin embargo, a medida que pasa el tiempo, nos damos cuenta que nunca es suficiente, que algo falta, que hay siempre algo por hacer o por “recibir”, como si nuestra tranquilidad dependiera de lo que pasara fuera de nosotros mismos y sin darnos cuenta que vamos perdiendo las cosas más valiosas por el camino: la salud, la alegría, la capacidad de disfrutar, el tiempo de calidad con quienes apreciamos, nuestros sueños y anhelos… Y para colmo, la muerte por exceso de trabajo o estrés tiene un “halo” (!) de admiración, algo así como que quien ha dejado la vida en este plano “se esforzó hasta el último momento…” ¡Qué necedad! ¿Y que quedó al final? ¡Nada de nada!

Lo sé. En esta sociedad enloquecida en la que vivimos no hay tiempo para estas reflexiones inoficiosas. Total, es domingo por la tarde y mañana tendremos que volver a trabajar como todos los días, para olvidar dentro de poco al compañero fallecido, saludar a su reemplazo y seguir por la vida como si nada hubiese pasado.

El siguiente paso es aún más complicado. Si estas palabras (o algunas similares) nos han resonado, ¿haremos lo necesario por vivir de otra forma, sin tantos agobios ni prisas? ¿Nos atreveremos a dar un paso al costado y asumir que el tener una gran cantidad de dinero en la cuenta o propiedades sin fin tiene un costo muy elevado que no tenemos por qué asumir si no queremos? Aquí, creo yo, es donde comienza el verdadero trabajo de reflexión para que la muerte de esta persona, desconocida para ustedes, no haya sido en vano: no nos olvidemos de decidir!

Hōshi

Este documental narra la historia de Houshi, el hotel más antiguo del mundo en funcionamiento. Es interesante ver que a pesar del paso del tiempo, las preocupaciones y los sueños siguen siendo casi los mismos, y la mística y entrega hacia los clientes es, como ocurre muchas veces con la cultura japonesa, de admirar e inspirador a la vez.
 

Prioridades

Esta semana tuve la oportunidad de conversar con una persona que ha sido y es muy importante para mi, sobre todo en el tema laboral, y compartió con quienes le estábamos escuchando la siguiente historia:

Durante la búsqueda de un/a candidato/a para un puesto de trabajo y después de revisar muchísimos CVs, finalmente apareció la persona al parecer ideal para ocuparlo: cualificaciones académicas excelentes, recomendaciones de un sinfin de personas que habían trabajado con él, amplia experiencia en el campo sobre el cual se desempeñaría el trabajo, buena presencia física, un profundo conocimiento del mercado local… En fin: casi que hecho a medida.

Al finalizar la entrevista que podría definir si se le contrataba o no, se le preguntó si tenía alguna duda o si quería formular alguna consulta sobre el trabajo, condiciones y demás, a lo que respondió que si, que tenía una petición que hacer.

– “Y cual es esa petición?”, preguntó el posible empleador.

– “Es sencillo”, contestó él, “simplemente quiero comentarles que deseo trabajar sólo a media jornada, con la consiguiente reducción de salario que ello implica.”

– “Imposible!”, contestó el empleador, “Este trabajo requiere de dedicación completa dada su complejidad”.

-“Entonces lamentablemente tendré que declinar la oferta”, dijo él.

El empleador, visiblemente sorprendido, le preguntó cual era la razón para tal decisión.

– “Es sencillo”, contestó, “Las otras 20 horas las dedico a practicar Yoga. Y si se pregunta por qué, la respuesta es aún más fácil: el Yoga me brinda estabilidad física, buena salud, tranquilidad mental y espiritual, buena calidad de sueño, buen humor y me permite saber quien soy. Por estas razones, no voy a renunciar a algo que es tan positivo en mi vida por una cantidad de dinero y tiempo”. Y dicho esto, se levantó y despidiéndose con cortesía, abandonó la sala de reuniones.

La primera reacción que puede desencadenar el leer esta historia es la de asombro, es decir: “Qué idiota! Dejar pasar oportunidad como esa sólo por el yoga?”Es lo que solemos escuchar cuando se la contamos a algún/a desprevenido/a interlocutor/a para pasar el rato. Sin embargo, si indagamos un poco más, la coherencia de esta persona y su lealtad consigo misma es para, como mínimo, quitarse el sombrero y reflexionar sobre nuestras propias actitudes hacia la vida.

Cuantas veces nos hemos “traicionado” a nosotros/a mismos/as por resolver un problema puntual o satisfacer una necesidad pasajera? Cuantas veces hemos renunciado a nuestros principios por dinero o algún beneficio similar? Cuantas veces hemos sacrificado nuestra salud y tiempo personal para “cumplir” con algo que al final no resulta ser tan relevante?

Ciertamente, el “pensar, decir y hacer lo mismo” no resulta nada fácil en nuestra vida diaria, sin embargo, historias como esta me hacen pensar que de alguna manera es posible si nos aplicamos de verdad para conseguirlo…

La mirada sueca (o cómo decir verdades sin tapujos)

Lo vengo diciendo hace mucho tiempo, sin embargo, se me acusa de radical, de exagerado, y de no tener en cuenta “la flexibilidad y la creatividad locales”. De todas formas, como nadie es profeta en su tierra, hace falta que venga alguien de fuera para decir lo que todo el mundo sabe, pero con lo que nadie se mete. Todavía recuerdo una vez que propuse una racionalización de horarios en una empresa en la que trabajé y todos los jefes me respondieron al unísono: “Es imposible! El negocio no funcionaría.” Lo increíble es que funcione viendo lo que pasa en realidad. Juzguen ustedes y saquen sus conclusiones.