Le Temps Perdu

No sé si es porque ya estoy transitando la cincuentena o cual es la razón concreta, pero últimamente noto cada vez mas que el tema del “descanso” (si, entre comillas) y el ocio, esa meta imposible que todos pretendemos alcanzar, se ha vuelto recurrente entre las personas con quienes converso. La inmensa mayoría desea con todas sus fuerzas llegar a ese supuesto momento mágico en el que ya no tengan que mover un dedo y en el que supuestamente van a disponer de sí mismos como les venga en gana, porque tienen alguna fuente de ingresos que les permite dejar de trabajar o hay alguien que provee sus necesidades básicas.

Sin embargo, esto en si mismo es una contradicción flagrante. Este plano, para bien o para mal, es un espacio de acción infinita. No hay tal cosa como el reposo definitivo (aparte de la muerte física, claro) o la tranquilidad sin límite que nos han vendido hábilmente para mantenernos ocupados en lo que sea la mayor parte de nuestra vida, con la vana esperanza de que algún día tendremos la recompensa soñada de poder disfrutar de un tiempo que nunca fue nuestro, porque lo vendimos a precio de saldo por un puñado de papelitos de colores.

Y lo que es aún más trágico, he visto en varias ocasiones como la tan anhelada “libertad” se convierte en una cárcel insoportable y soporífera que ha llevado a la muerte a más de uno por el no poder asumir el saberse engañados de manera tan rastrera, darse cuenta que la tal inactividad no llegó nunca y que cuando se percibió de manera fugaz, tenía un regusto a fracaso.

Nos guste o no, mientras estemos vivos estamos destinados (o condenados) a una perpetua actividad. El seguir pensando que por tal o cual circunstancia nos veremos dispensados de las obligaciones que conlleva la existencia, es tan estúpido como creer que tonterías como que la “justicia” y el “propósito vital”, por dar sólo un par de ejemplos, existen para los habitantes de este pintoresco planeta…

dduL deN

Hoy reflexiones varias en un día nuboso y gris, que contradice por completo las agoreras predicciones de aquellos que nos quieren seguir sacando los cuartos a cuenta de una dudosa debacle climatica:

El trabajo se está convirtiendo en algo cada vez menos valioso, y no lo digo porque no sea necesario, sino por el hecho de que cada vez se aporta menos valor al trabajar. Cada vez abundan más los bien llamados “trabajos de mierda” porque nadie sabe con certeza cual es su razón de ser. Tal vez si pusiéramos un poco más de atención, nos daríamos cuenta que si se prescindiera de estas “posiciones” (que es como les dicen ahora a los puestos de trabajo de toda la vida), no pasaría absolutamente nada, o incluso mucho de lo que se hace funcionaría mejor. Quizá si la gente razonara en alguna medida, comenzarían a rechazar la tontería institucionalizada, pero claro, hay que seguir consumiendo, por lo que es mejor seguir callados y creyéndose muy importantes…

Por otro lado, y nuevamente a contracorriente de las modas impuestas, cada vez más me parece que las bicicletas y en general los vehículos de dos ruedas son un dolor de cabeza. Invaden las vías creyendo que son invulnerables e invencibles y pisotean los derechos de los otros integrantes del colectivo vial (llámense peatones o vehículos) porque creen (erróneamente) que “tienen derecho”.  En realidad, tienen las mismas o incluso menos atribuciones que los demás, especificamente por su intrínseca fragilidad al enfrentarse con moles de metal que pueden terminar con su vida o dejarles gravemente lesionados en un abrir y cerrar de ojos. Si tienen vías exclusivas, por qué invaden los carriles de los vehículos de manera inconsciente y temeraria? Por qué se le echan encima a los peatones? Y sobre todo, por qué tienen esa infinita soberbia de pensar que son superiores a los demás?

Y por último, el tiempo nos engaña haciéndonos creer que somos infinitos. La vida se escapa sutilmente mientras seguimos distraídos con cuanta tontería nos ponen en frente, haciendo que olvidemos que en cualquier momento “se acaba la moneda” y volveremos a la casilla de partida, sin ningún recuerdo de la experiencia pasada. Personalmente digo: no, gracias. El que quiera entender, que entienda…

Noise Generator

Sin darnos cuenta, nuestra vida se ha ido llenando de ruido paulatinamente hasta el punto de ensordecernos y dejarnos totalmente desorientados, mientras asumimos que es “lo normal”.

El otro día me di cuenta, sin proponérmelo, de la cantidad de contaminacion de todo tipo en la que nos encontramos inmersos, y que incrementamos compulsivamente porque nos hemos acostumbrado a ello. El grado de caos que hemos introducido en nuestra vida ya no deja espacio a ningún momento de silencio, ni físico ni mental, para que podamos percatarnos de la magnitud del problema y obrar en consecuencia, esto es, poder buscar una manera de recuperar el equilibrio.

Lo paradójico es que una vez que salimos del camino de la entropia, la ausencia de sobre-estimulación se nos antoja aburrida, plana y sin ningún contenido, cuando en realidad es la mejor oportunidad para reconocer lo que es de verdad importante.

Como decía alguien que conozco: “El vacio puede ser muy fértil”. Sabias palabras…

Coda: Tal vez esta sea una vuelta de tuerca adicional a algo de lo que vengo hablando hace ya un tiempo… Ya sabemos, la repetición es la clave para que las ideas se entiendan y se asimilen…

 

Los Marginales

Igual el título despista un poco, porque normalmente esta palabra la asociamos con desprecio, diferencia, desdén y todos los sinónimos despectivos que se les ocurran. Sin embargo, en los tiempos actuales, muchas cosas están cambiando y la semántica de muchísimas, si no todas, las palabras está adquiriendo un significado que puede parecer un contrasentido inicialmente, cuando en realidad lo que ocurre es que finalmente estamos viendo la realidad pura y sin filtros.

En medio de este experimento social a gran escala, con consecuencias impredecibles, creo que incluso para aquellos que lo están llevando a cabo, resulta ser que todo aquello que soliamos descartar de un plumazo ha cobrado una importancia superior y el famoso sentido común, que en contra de la supuesta sabiduría popular, no es el más común de todos los sentidos, está viendo cómo se re-evaluan muchos conceptos de manera importante.

Lo que antes se desechaba sin pensar, ahora es importante en grado extremo: el razonamiento, el juicio crítico (ese que nos enseñaron en el colegio y que pensábamos que no servía para absolutamente nada) y sobre todo, la independencia de criterio, o en otras palabras, el arte de pensar por nosotros mismos, sin dejar que las decisiones importantes (que son las que atañen a la salud, el dinero y el amor) las tomen unos desconocidos o lo que es peor, la rampante presión social.

Sé que es dificil dejar la inercia en la que nos han sumido cuidadosa y laboriosamente durante las últimas décadas, distrayéndonos a más no poder de lo que podría liberarnos de esta peculiar jaula de cristal que no podemos ver, oir, oler, gustar ni tocar, sin embargo, esta tarea se ha vuelto repentinamente de una relevancia capital si queremos sobrevivir de manera digna en estas circunstancias.

Y claro, la siguiente pregunta que suele surgir es: Cómo hacerlo? Y ahí me remito al párrafo anterior al último. Cada cual sabe donde está su sentido común, sus líneas rojas y sobre todo, la noción de hasta donde quiere ceder en lo esencial. El sopesar los beneficios y perjuicios de nuestras decisiones presentes y futuras no es tema baladí. Hay que ir con pies de plomo y sin prisas para no cometer errores ni entrar en pánico. No importa donde estemos ahora, lo que vale es lo que hagamos a partir de este momento.

Se vienen tiempos interesantes y de nosotros mismos depende cómo nos vaya en el baile, por decirlo de alguna forma. Eso si, no hay que olvidar que todo esto es una ilusión muy bien montada, pero que al final del día no deja de ser eso: una mentira elaborada que nos hemos creído durante mucho tiempo a punta de repetición constante y que sabiéndolo, podemos divertirnos todo lo que queramos, si asi lo elegimos.

Y si, nos hemos convertido en los marginales: los que pensamos por cuenta propia, los que cuestionamos, los que no tragamos entero, los que hemos elegido renunciar a esta locura colectiva cuanto antes, los que reflexionamos antes de actuar, a mucho honor…

 

Montañas Rusas

Por estos días han venido ocurriendo cosas bastante particulares, tanto a nivel personal como en el mundo alrededor. Es curioso, porque así nos empeñemos en correr a más no poder para huir de la realidad, como decía mi papá: “la naturaleza siempre gana”, y pasa lo inevitable, que es que todas las mentiras y razones que hemos inventado para justificar nuestro comportamiento, casi siempre cuestionable y hasta abominable (por la falta de coherencia), se vienen abajo como un castillo de naipes.

Esa inercia tóxica e insidiosa que nos han vendido como “lo que debe ser” para repetir comportamientos que rayan en lo absurdo cuando son analizados detenidamente (otra actividad altamente peligrosa en los tiempos que corren), nos ha convertido en personas débiles, miedosas, sin autonomía personal ni valentía y lo que es más triste y preocupante, incapaces de revisar cuidadosamente todas y cada una de las acciones que caracterizan nuestra adormecida existencia, para saber si en realidad son beneficiosas / necesarias / lógicas o simplemente son el resultado de un concienzudo condicionamiento que no sabemos muy bien de donde viene ni a qué intereses sirve.

Por qué estoy diciendo todo esto? Porque el tiempo sigue su marcha inexorable y cada momento que pasa invertido en el engaño y sosteniendo la idea de que “todo estará bien si miramos para otro lado” así la evidencia irrefutable nos muestre de manera cruda que el mundo tal como lo conocíamos (bajo la óptica de la obediencia y la ignorancia) ha dejado de existir hace mucho tiempo, es un instante menos con el que contamos para salir definitivamente del sueño infantil que nos han vendido como la vida contemporánea, que se ha convertido en (tomando prestado el título de un documental que seguramente casi nadie habrá visto porque habla de hechos incómodos) un simple “Comprar, tirar, comprar”…

Me entra la risa nerviosa al escuchar a ciertas empresas decir que se necesitan más y más expertos en tecnología, cuando quienes realizan las labores básicas que permiten que lo esencial siga funcionando (campesinos, agricultores, transportistas, pilotos de aviones y barcos, operarios de los servicios públicos, etc.) son menospreciados, mal pagados y peor tratados. De qué vamos a vivir? De comer bits y beber bytes?

La vida no puede ni debe convertirse en una contínua supervivencia sin las mínimas garantías de éxito, bajando la cabeza y renunciando a nuestra libertad personal por un puñado de dólares (o pesos, yenes, soles…), seguir creyéndonos la falacia del status y que el éxito corresponde a la cantidad de trabajo y la cifra que contemplamos satisfechos en la cuenta bancaria, llenándonos de objetos materiales (en la mayoría de los casos recurriendo a la deuda en condiciones leoninas) que atienden a conceptos básicos como el garrote y la zahanoria (el premio y el castigo) para que sigamos ignorando lo que ocurre, y que al final se convierten en un lastre en muchos casos insalvable para cuando decidamos romper el lazo invisible que nos mantiene inmóviles e impotentes.

Ya no se trata de ideologías o pensamientos afines o contrarios. Estamos hablando de una campaña de acoso y derribo en toda regla al sentido común, de percibir a ojos vista como el entorno ya no da más de si y que no aguanta ni un abuso más, de una intolerancia hacia la sensatez que amenaza las más básicas libertades y derechos.

No es cuestión de entrar en pánico y dejarse dominar por el miedo, que bien sabemos, es el peor de los consejeros y el que hace que cometamos errores funestos y en muchos casos irreversibles. Hay que comenzar ya a evaluar las opciones disponibles, obrando en consecuencia ante lo que está pasando y de finalmente tomar el control que cedimos sin darnos cuenta hace ya tanto tiempo, creyendo erróneamente que era en nuestro mejor interés. De lo contrario, debemos atenernos a las consecuencias y pagar un precio que tal vez no seamos capaces de asumir.

Tal vez suene lapidario, sin embargo, como decimos en mi tierra: “La verdad duele pero no ofende”. Dicho queda. Ahora, a ponerse manos a la obra, sea cual sea el camino que elijamos, siempre teniendo en cuenta las consecuencias de las consecuencias de nuestras acciones y dejando la emocionalidad y los viejos patrones lo más lejos posible. Por supuesto que produce vértigo, pero también una olvidada y reconfortante sensación de posibilidad y autonomía.

Y una cosa más: No olvides disolver tu personalidad…

Contradicciones

Resulta curioso ver cómo vamos por la vida alardeando, implícita o explícitamente de una seguridad que no tenemos, supuestamente “haciendo lo que hay que hacer”, siguiendo guiones caducos que no nos hemos tomado la molestia de examinar ni cuestionar con cuidado para ver si nos aplican, sino que mas bien repetimos sin pensar, tal como nos han enseñado a hacer desde casa o la escuela.

Y cuando ocurre algo que nos trae de regreso a la vida real, nos percatamos que hemos estado obedeciendo órdenes que no sabemos muy bien de donde vienen ni para que sirven, pero que si nos han dejado con un muy mal sabor de boca porque al final nos hemos dado cuenta que no sirven para absolutamente nada en el peor de los casos, o sólo parcialmente en el mejor.

Pero claro, es que eso de objetar la supuesta realidad en la que vivimos es muy cansado. Teniendo tantas entretenciones y distracciones que ocupan nuestro tiempo, lo más fácil es simplemente ir cayendo en contradicciones infinitas, buscando en internet la opinión de gente que no conocemos y de la que no sabemos absolutamente nada, creyendo en el establecimiento que una y otra vez nos ha dejado patidifusos y pluscuamperfectos, sin darnos ningún tipo de salida decorosa o viable, pensando “como no hay más y esto es lo que siempre se ha hecho…”para salir del paso.

Nos hemos vuelto perezosos, indolentes, débiles y cobardes. Hemos tragado sin chistar todo aquello que nos han venido contando desde tiempo inmemorial y aceptamos nuestro supuesto destino con una resignación y credulidad que rayan en la más absoluta estupidez. Y para añadir más leña al fuego, somos unos consumados maestros en el dudoso arte de juzgar a quienes vemos que hacen esto mismo y no tenemos los arrestos para reconocer que también nosotros, si, nosotros los “justicieros” y “hacedores del bien, poseedores de la razón absoluta y final” somos los peores exponentes de la situación.

Eso si, como decimos aquí, cuando la vida nos “pega un susto” de la naturaleza que sea, salimos corriendo despavoridos como pollos sin cabeza a buscar cualquier tipo de remedio o solución, venga de donde venga, porque no somos capaces de conservar un mínimo de coherencia en nuestras acciones, esto es, dedicar la mayor parte del tiempo a cuidar y preservar lo realmente importante para evitar este tipo de sobresaltos mayores. Pero claro, como esto no “viste”, no “vende” o no lo podemos mostrar en las redes sociales, pues es lo primero que se sacrifica en aras de la tan manida “aceptación social”.

A tenor de todo esto, me pregunto: tendrían los hombres y mujeres de las cavernas algún atisbo de preocupación por el número de “Me gusta” del día? O en la edad media o la época feudal de Japón, habría un interés creciente de la gente por tener muchos más “seguidores” que estuvieran pendientes de sus más recientes y normalmente, irrelevantes actividades y observaciones?

Y saben que es lo que es más lamentable? Que se termina desarrollando una adicción enfermiza por las potenciales soluciones a aquello que nos aqueje, sin pararnos a pensar en las consecuencias de las consecuencias, porque hay que “resolver” a como dé lugar…

En fin. La naturaleza humana nunca cesa de sorprenderme. Sin embargo, y tomando prestada la frase de tal vez la única persona medianamente cercana que practica un mínimo de coherencia: “Es difícil mantenerse en el camino fácil”. Que cada uno saque sus propias conclusiones…

Kamurocho 1988

Escuchando las Variaciones Goldberg en versión de Lang Lang, pensaba que gracias a la velocidad endiablada con la que queremos llegar a ese “futuro prometedor” donde todos nuestros problemas estarán resueltos, los sueños cumplidos y la vida será en general, más feliz, fácil y tranquila, dejamos de apreciar la simplicidad de lo que está ocurriendo ahora mismo, por tener la vista “más adelante”…

El tema es que la vida sigue encargándose, de manera muy eficiente, de recordarnos, a veces no tan amablemente, que lo único que existe es lo que tenemos en frente, y no me refiero a las infinitas posibilidades de las que creemos disponer (falacia más grande donde las haya), sino a lo que está pasando aquí  y ahora.

Vivir es simple, sin embargo, tenemos esa persistente manía de hacerlo todo cada vez más complicado, inventando soluciones a problemas que no existen, o peor aún, creando problemas de la nada para supuestamente “vivir mejor”. Una vez más, no hay que olvidar la proverbial sabiduría del campesino, que se extrapola perfectamente a cualquier tipo de situación:

 “Cuando tengas hambre, come, y cuando tengas sueño, duerme”…

Todo lo demás, como dirían en España, es “morralla” innecesaria y superflua, digan lo que digan…

Errores de cálculo

Una de mis discusiones recurrentes con Marcela es la de la utilidad o validez de los sentimientos y las emociones. La postura más controvertida y de casi imposible conciliación entre los dos es que estos no sirven para nada y alejan al individuo de la ecuanimidad y el poder ver la realidad tal cual es. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. El “entrenamiento”(léase condicionamiento no consentido) que hemos recibido praácticamente desde que nacemos, hace que sea muy complicado imaginarse siquiera la posibilidad de ver las cosas tal como son, sin los filtros del drama y las ideas preconcebidas de cómo deberian ser de acuerdo a la escala de valores de turno.

Todo esto ha hecho que de una u otra forma, se cometan errores de bulto al apreciar ciertas situaciones que creíamos tener muy claras. El pensar que por los vínculos afectivos que podamos llegar a tener con ciertas personas y el hecho de conocerlas por largo tiempo, nos exime de analizar con lupa cada situación en la que se ven involucradas antes de emitir veredictos condenatorios hacia alguna de las partes, es una postura claramente equivocada y arrogante.

Es peligrosamente sencillo que la razón se vea obnubilada por ideas que llevan mucho tiempo presentes y que por ello, haya juicios y conclusiones que son, con casi total seguridad, erróneos y tendenciosos.

Lo bueno es darse cuenta, y al final del día, limitarse a observar el teatro en el que vivimos sin la necesidad de concluir, organizar, aconsejar o dirigir. Al fin y al cabo, la vida es una experiencia totalmente aleatoria que tiene todo el sentido del mundo (así no lo entendamos desde nuestro limitado punto de vista) y en eso, a pesar de todo, radica su peculiar encanto…