Pequeños Grandes Problemas

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Imagen tomada de www.grandtourlombardia.it (Pittore Archives)

 

Es curioso ver que la vida es una interminable sucesión de situaciones, a las que nuestra mente y condicionamientos dan “tamaño” e “importancia” y que proporcionalmente, tienen la capacidad de influir sobre nuestro estado de ánimo y percepción del mundo que nos rodea.

Si nos fijamos bien, estamos inmersos en una cadena de acontecimientos relacionados unos con otros (así no nos lo parezca), de formas, colores y sabores diversos, que nos hacen subir y bajar una montaña rusa emocional que no tiene principio ni final. Es cierto que somos capaces, hasta cierto punto, de “manejar” o “dominar” estos cambios, según el entrenamiento o las experiencias que hayamos tenido, aunque lo cierto es que la famosa paz interior de la que tanto se habla no termina de llegar. De alguna manera creemos que el estado de equilibrio perfecto es la ausencia de situaciones que nos estresen o preocupen, y lo que vemos a medida que avanzamos en la vida, es que la verdadera solución o el enfoque más sano es aprender a navegar con el mar que haya en cada momento.

La conclusión a la que voy llegando, así me cueste aceptarla desde mi mente racional y “cuadriculada” es precisamente que la única zona del mar de la existencia donde hay un estado casi perpetuo de calma es en las profundidades. En la superficie siempre habrá olas sometidas a la acción de los elementos, haciendo su navegación y conocimiento algo muy complejo. Cómo gestionarlas? Eso depende de cada uno de nosotros. Podemos darle más o menos importancia y sobre todo, decidir si actuamos o no, si les prestamos atención o no. Lo único constante es que estas situaciones se seguirán repitiendo ad-nauseam hasta el último día. Así que o disfrutamos del paseo o sufriremos de mareo todo el tiempo gracias a un mar embravecido e impredecible que definitivamente no podemos controlar, sino sólo transitar.

Problemas Innecesarios

A veces me pregunto por qué ciertas cosas que, deberían ser fáciles (ya no digo en un mundo ideal) son tan supremamente complicadas, para satisfacer la codicia y el interés de unos pocos, a costa de la tranquilidad, la paciencia y el dinero de la masa que inerme, asiste impasible ante cuanto atropello se inventan para despojarlos de lo poco que todavía les queda.

Supongo que a más de uno le habrá pasado: quiere cambiar de operador de telefonía móvil y comienzan los problemas, y si tiene un iPhone anterior al 4, como decimos en mi tierra “que Dios los coja confesados”: que si no se puede ir por la permanencia, que si lo amenazamos con no liberarle el móvil así pague la penalización, que si le hacemos llegar una factura monstruosa por el consumo de datos al no haber cancelado el acceso a internet… Si lo que yo quería simplemente era pagar lo que correspondía e irme a otro operador que me da mejores condiciones.

Tal vez soy un soñador, pero en los negocios que he tenido cuando un cliente me dice que me deja por la competencia, hago todo lo posible por retenerlo amablemente y sobre todo, trato de averiguar que están haciendo ellos mejor que yo para corregirlo (si es posible, claro): mejores precios? mejores condiciones? mejor atención al cliente? más servicios? hacen algo que yo no haga?

Lo que no hago es amenazarlo, blandir el contrato diciendo que arderá en el fuego del infierno si me deja, decirle toda clase de mentiras y patrañas para que no se vaya, o lo que es peor, contándole una historia diferente cada vez que hable con el.

Tal vez será que soy muy ingenuo, pero bueno, como digo siempre “soñar no cuesta nada”…

PS: Estoy a punto de lograr cambiarme de Telefónica (ex-Movistar) a otro operador donde me tratan mejor y con precios más que razonables. Cuando termine el proceso, contaré mi odisea…