Producir o Consumir

Es increible ver cómo hemos asumido en nuestras vidas que somos unos simples y ávidos consumidores. El producir no entra dentro de nuestros planes. El propósito vital de una gran parte de los y las habitantes de este planeta es generar los recursos necesarios para seguir sosteniendo el despropósito de un consumo infinito.

¿Cuantos de nosotros / as nos levantamos el día para producir realmente? ¿Generamos algún tipo de contenido, idea o producto que nos aleje del círculo pernicioso del consumo imparable? Lo normal es que no, que simplemente nos conformemos o soñemos que lo próximo que adquiramos será aquello que nos proporcione la “felicidad” que tanto anhelamos. Vana ilusión. El consumir es realmente una adicción en donde nuestros sueños e ilusiones van a parar a un pozo sin fondo que no se llena nunca. Ya decía Nisargadatta Maharaj que un deseo siempre genera otro, y otro, y otro…

Mi propósito a partir de ahora es desequilibrar la balanza: más producir y menos consumir, así sea en forma de pensamientos e ideas ingenuas para cambiar, en mayor o menor medida, el mundo que me rodea.

Qué es lo que nos motiva?

Una interesante visión sobre las verdaderas causas de la motivación, que desafortunadamente casi nadie tiene en cuenta en esta sociedad mercantilista en la que vivimos.

El duro arte de crear

De esto ya he hablado otras veces, pero en ocasiones me resulta especialmente complicado encontrar el tiempo y la inspiración para sentarme y plasmar mis ideas. Sé que lo necesito, que me resulta reconfortante, pero el “cerebro de reptil” como bien lo llama Seth Godin, lucha con todas sus fuerzas para evitar la crítica, el fracaso o que alguien se ría de lo que escribo. En muchas ocasiones gana la batalla, sin apenas tener resistencia de mi parte, pero de un tiempo para acá, estoy aprendiendo a darle lo que quiere y a que vea que el errar o equivocarse no es tan malo ni tan catastrófico como cree.

El no romper la cadena resulta complicado. Pero lo es más aún, en el largo plazo, dejar para mañana aquello que nos resulta importante para reconfortar el espíritu, dejándonos envolver en las banalidades diarias que poco o nada aportan a nuestro crecimiento personal.

Lo curioso es que, cuando he dejado de luchar contra el “reptil” y comienzo a tomármelo con más calma, las ideas fluyen de manera espontánea y no me cuesta transcribir aquellos pensamientos relampagueantes que cruzan por mi cerebro. Me alegra y me satisface. El dejarse estar, como me decía alguien hace algún tiempo, tiene sus ventajas, pero es un arte que hay que cultivar y practicar con asiduidad…