Summoning the Recluse

Cuando ví este corto hace unas semanas, me impactó tanto que pensé en compartirlo de inmediato, sin embargo, por temas de derechos de autor, no estaba disponible para ello. Afortunadamente, ahora lo podemos ver y reflexionar sobre si esta vida frenética y “exitosa”, llena de obligaciones y compromisos es realmente saludable o recomendable.

Más de una vez he tenido la idea de hacer algo así, dejando atrás las apariencias y tonterías que caracterizan la vida “contemporanea”. Cada vez más, lo sencillo cobra más relevancia y al menos a mí, me hace ver lo vacía que es nuestra existencia actual. Pasen, vean y saquen sus propias conclusiones…

El pasado es impredecible

Los que me conocen sabrán que desde hace tiempo tengo interés en el budismo, y he estado leyendo sobre las diferentes ramas de esta filosofía de vida para ilustrarme y saber un poco más. Después de pensar que el budismo tibetano era lo que más se ajustaba a mi forma de pensar (o viceversa), comencé a investigar sobre el zen, concretamente la escuela Soto de Japón. El sábado pasado tuve la oportunidad de asistir a una sesión introductoria al zazen, o meditación sentada, propia de esta rama.

La experiencia fue muy interesante porque pude eliminar algunos tópicos que tenía en mi cabeza sobre el tema, y sobre todo, porque la mayoría de las prácticas y consejos que he recibido han venido a través de libros, páginas web, audiolibros, pero nunca de una persona en vivo y en directo, y constaté la importancia de un(a) guía para adentrarnos en estos caminos.

Debo confesar que al principio me parecía un poco tonto ir a un lugar a estar sentado en silencio con más personas, y encima tener que pagar por ello, pero gracias a Antonio y a algunos de los asistentes, pude aprender el verdadero sentido de estas sesiones y conocer de primera mano cómo se puede practicar el zazen, además de entender la importancia del guía o de una mano amiga que nos indique los primeros pasos.

El local era pequeño, pero perfectamente adecuado para lo que allí se hace. El ritual es sencillo y la enseñanza que imparte quien dirige la sesión, de alguna manera, no sé si por el estado de relajación que predomina, cala más hondo en el consciente y el inconsciente. Al final, como no podía ser de otra manera por estas tierras (!), terminamos departiendo en un bar cercano, comentando los pormenores de la sesión y compartiendo experiencias.

Me gustó lo que sentí, a pesar de la incomodidad inicial y de mi poca resistencia para llegar al final de la segunda sesión de meditación (para los que no saben, una sesión de zazén se compone de 5 partes: preparación, zazén, kinhin o meditación caminando, preparación y nuevamente zazén. Durante estos períodos, la mente pasa por muchos estadios diferentes, que no había observado con atención antes.

Esta práctica consiste en encontrarse con uno mismo, simple y llanamente, sin adornos ni ceremonias excesivas. Para algunos, puede ser un volver a casa, para otros, una horrible sensación de indefensión. No hay nada que aprender, ni nada que enseñar. Simplemente se está allí dejando pasar cuanto ocurre en nuestra mente, lo cual es extremadamente complicado a veces… Para terminar, el título de este post lo escuché durante la charla posterior a la sesión y debo decir que todavía estoy reflexionando sobre sus implicaciones. Va mucho más allá de lo que nuestro lado racional quiera explicar, pero como dice una definición: “Zazén significa practicar lo que no puede ser explicado”.

Cómo lidiar con alguien que nos intimida

Me encontré con esta historia del Buda y me encantaría compartirla con ustedes. Recuerdenla cuando alguien quiera importunarlos o hacerlos sentir inferiores:

“Una vez un hombre se acercó al Buda y comenzó a insultarle. El Buda simplemente escuchaba como el hombre le gritaba todas las ofensas e improperios conocidos. Al cabo de un rato, el hombre se detuvo y se sorprendió al ver al Buda sonriendo.

El hombre le preguntó “Por qué sonríes? Te he insultado, atacado tu honor y gritado. Cómo puedes estar tan tranquilo?”

El Buda le hizo una pregunta al hombre: “Dime, si una persona no aceptara un regalo que le están ofreciendo, a quién pertenecería este regalo?”

El hombre, perplejo, pensó por un momento y respondió: “Pertenecería a quien ofreció el regalo, por supuesto”.

y el Buda dijo: “No acepto tus insultos”.