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Hoy reflexiones varias en un día nuboso y gris, que contradice por completo las agoreras predicciones de aquellos que nos quieren seguir sacando los cuartos a cuenta de una dudosa debacle climatica:

El trabajo se está convirtiendo en algo cada vez menos valioso, y no lo digo porque no sea necesario, sino por el hecho de que cada vez se aporta menos valor al trabajar. Cada vez abundan más los bien llamados “trabajos de mierda” porque nadie sabe con certeza cual es su razón de ser. Tal vez si pusiéramos un poco más de atención, nos daríamos cuenta que si se prescindiera de estas “posiciones” (que es como les dicen ahora a los puestos de trabajo de toda la vida), no pasaría absolutamente nada, o incluso mucho de lo que se hace funcionaría mejor. Quizá si la gente razonara en alguna medida, comenzarían a rechazar la tontería institucionalizada, pero claro, hay que seguir consumiendo, por lo que es mejor seguir callados y creyéndose muy importantes…

Por otro lado, y nuevamente a contracorriente de las modas impuestas, cada vez más me parece que las bicicletas y en general los vehículos de dos ruedas son un dolor de cabeza. Invaden las vías creyendo que son invulnerables e invencibles y pisotean los derechos de los otros integrantes del colectivo vial (llámense peatones o vehículos) porque creen (erróneamente) que “tienen derecho”.  En realidad, tienen las mismas o incluso menos atribuciones que los demás, especificamente por su intrínseca fragilidad al enfrentarse con moles de metal que pueden terminar con su vida o dejarles gravemente lesionados en un abrir y cerrar de ojos. Si tienen vías exclusivas, por qué invaden los carriles de los vehículos de manera inconsciente y temeraria? Por qué se le echan encima a los peatones? Y sobre todo, por qué tienen esa infinita soberbia de pensar que son superiores a los demás?

Y por último, el tiempo nos engaña haciéndonos creer que somos infinitos. La vida se escapa sutilmente mientras seguimos distraídos con cuanta tontería nos ponen en frente, haciendo que olvidemos que en cualquier momento “se acaba la moneda” y volveremos a la casilla de partida, sin ningún recuerdo de la experiencia pasada. Personalmente digo: no, gracias. El que quiera entender, que entienda…

Limited Time

Curiosamente, en estas épocas total y absolutamente impredecibles, el concepto del tiempo ha sufrido cambios dramáticos muy rápidamente. Si antes del “evento” teníamos la (erronea) convicción que la eternidad estaba al alcance de la mano, la vida nos recordó de manera cruda y gráfica que somos fungibles y que cada día que pasa, es un día menos hacia la inevitable y definitiva desaparición del cuerpo.

Y entonces que hacer? Hay varios posibles caminos, para el gusto y preferencia de cada cual. Algunos son partidarios del concepto “Say Yes More”, o simplemente abrirse más a lo que traiga la vida sin pensarlo tanto. Otros eligen la opción de seguir como hasta ahora, algunos más devienen en una locura constante, donde nada tiene sentido y los placeres son la regla absoluta…

Cual es la mejor? Ni idea. Siempre hay alguien que dirá aquello de que en el “justo medio” está la respuesta, sin embargo, muchas veces el usar la inteligencia, esto es, el ejercer de la mejor manera la capacidad de elegir puede ser una buena opción. Actualmente el “miedo a perdernos de algo” nos hace ignorar por completo la perspectiva de la realidad y a usar nuestra ya poca atención en mil cosas que al final no dejan absolutamente nada.

Por mi parte, me inclino más bien hacia usar el tiempo limitado que creo que tengo a mi disposición en aquello que me proporciona solaz y enriquece mi existencia de una manera única y significativa, en lugar de querer “hacer de todo” en el menor tiempo posible. Una de mis frases favoritas es “Date el lujo de escoger”, o en otras palabras: “Prodígate poco”.

Por supuesto, esta es mi solución, que puede no ser adecuada para nadie más, y esa es precisamente la idea…

FBC

Una vez más, la vida nos muestra que todo funciona hasta que deja de hacerlo.  Las mentiras que creímos alguna vez, por la razón que sea, dejan de tener sentido cuando la base que las sostiene desaparece bajo el peso de su propia estupidez.

“La existencia es aquello que hacemos de ella”, una frase que suena bien hasta que de repente nos percatamos de que a la existencia le importa bien poco lo que pensemos, hagamos o digamos. El sol sale cada día, con o sin nosotros para presenciarlo.

La pregunta es: Nos gusta ser controlados? Es posible, ya que la tarea de hacernos cargo de nuestra propia vida es bastante pesada y tediosa, y qué mejor que alguien más decida por nosotros? Una decisión peligrosa, sobre todo cuando vemos que quienes toman las decisiones no están pensando en el mejor interés de la mayoría…

Habrá alguna agenda oculta? Algún plan oscuro del que no tenemos idea? Es todo una fantasía? Nos resistimos a la evidencia? Y si dejáramos las creencias de lado para ver que simplemente pasa lo que pasa, sin ningún tipo de color o sabor? Nah, dirán muchos, es demasiado aburrido, hay que ponerle drama y seguirnos distrayendo! Al fin y al cabo, es lo que mejor hacemos, no?

El fino arte de no hacer nada

El otro día alguien me preguntaba a que me dedicaría si me tomara un sabático. La respuesta automática fue “me entregaría por completo al fino arte de no hacer absolutamente nada”. Y tal vez la respuesta tiene mucho que ver con un hastío mayúsculo hacia la ingente cantidad de compromisos, distracciones, decisiones, obligaciones, apariencias y “mantenimiento de imágenes” a las que estamos sometidos todos y cada uno de nosotros durante el transcurso de la vida.

La lógica podría indicar que a medida que pasa el tiempo deberíamos volvernos más selectivos sobre cómo lo usamos, pero en su lugar hay una especie de vórtice invisible que, en lugar de alejarnos de toda esa vorágine de falsas ocupaciones (viajes, compras, reuniones, etc.), nos arrastra más y más hacia ellas, porque “es lo que hay que hacer / decir / pensar / mostrar”, sin darnos tiempo a cuestionar si es lo que queremos en realidad o si nos ponemos a ello con alguna falsa excusa (los hijos / la familia / los amigos / la inercia / el miedo / el aburrimiento…)

Y no se engañen, el no hacer nada no es tan fácil como parece. Requiere de tiempo y dedicación exclusiva para no ceder a los cantos de sirena de un futuro mejor que siempre está a una compra / viaje / fiesta / comida / evento de distancia. Debo confesar que me considero un neófito en el tema, sin embargo, creo que con algo de voluntad y dedicación, supongo que podré desarrollar la habilidad necesaria para volverme competente en este “oficio”…

 

Recuerdos Olvidados

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“Rainbow Fox” de Ann Marie Bone (Imagen tomada de www.top13.com)

 

En estos días he estado escarbando aquí y allá, entre la grandísima cantidad de información que acumulamos de una forma u otra, y me he encontrado con pequeños y grandes detalles que habían desaparecido de mi memoria: acciones, personas, hechos relevantes, ocasiones especiales (o no), libros, textos, sonidos, canciones, risas, fotografías que muchas veces estaban asociadas al recuerdo “equivocado” o simplemente, a una parte pequeña de la historia ocurrida.

Si bien es cierto que sabemos de sobra que la memoria comienza a fallar con los años, es curioso darme cuenta que recordamos sólo aquello que queremos, o en otras palabras, olvidamos cosas que son importantes que sin embargo, no consideramos dignas de permanecer en nuestro cerebro. ¿Cual es el criterio de selección? No lo tengo claro. Lo que si es evidente, gracias al ejercicio de recorrer el pasado a través de lo que he escrito o conservado, es que voy dejando atrás situaciones o trozos de información que tal vez me resultaron dolorosas o incómodas por alguna razón que no recuerdo (!). La pescadilla que se muerde la cola…

Sin embargo, creo que es momento de retomar y mantener el sano hábito de escribir lo que me parece relevante, antes que la memoria lo haga pasar por su filtro implacable y simplemente deje de existir como parte de mi historia, que creo es digna de conservar para evitar el desagradecimiento o el simple hecho de repetir experiencias o centrarme únicamente en lo que me pasa ahora, dejando a un lado aquello del pasado que me ayudó a construir este presente que estoy viviendo.

 

Un segundo cada día

A veces algunos días pasan sin que nos demos cuenta. Otros son memorables y los recordamos por largo tiempo. Sin embargo, cada uno de ellos tiene experiencias que los hacen únicos. Este video muestra un segundo de cada día a lo largo de todo un año. Una manera de reflexionar sobre la futilidad de ciertas acciones y la importancia de otras…

Dispersiones

Es curioso lo que ocurre cuando me doy cuenta de lo que hago. Al acabar de leer la frase anterior, se puede pensar “pero, no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo acaso?” Parece que no. El poder dejar la corriente contínua de actividades y pensamientos hace que pueda ver con algo más de claridad que muchas de las acciones que llenan mi tiempo son una simple sucesión de hechos inconexos, y que al volver a la verdadera motivación que me impulsa, me percato de su futilidad y muchas veces, de su falta de sentido. Afortunadamente, ahora lo puedo ver, aunque no con la frecuencia que me gustaría. Pero bueno, vamos poco a poco, paso a paso. Al menos puedo saber cuando me estoy desviando así no me de cuenta en el preciso instante en que esto ocurre.

Sobre el tiempo

¡Qué título tan ambicioso! En cuanto terminé de escribirlo, me di cuenta de la complejidad de la tarea. De una idea sencilla que me viene dando vueltas en la cabeza desde que volví a “casa” (nótense las comillas), he pasado, casi sin darme cuenta, a tratar de abordar un concepto tan relativo y sin embargo tan presente en la vida de todos y todas los/as que habitamos este planeta.

Una ley invisible y férrea que nos mantiene “ordenados” y “en nuestros cabales”. Más valioso que cualquier papel moneda o metal precioso, aunque su importancia es relativa en todos los casos. Más de una vez me he preguntado qué pasaría si este concepto lineal que tenemos del tiempo no existiera, o si simplemente lo gestionáramos de otra forma. Frases como “se me ha hecho tarde” o “no tengo tiempo” serían simples curiosidades ante la posibilidad de una vida sin prisas ni condicionamientos como la “edad” o la “caducidad” (Tal vez estoy haciendo un uso un tanto abusivo de las comillas, sin embargo, todo tiene una razón de ser, tan sencilla como notable: el lenguaje no alcanza a expresar el verdadero concepto de lo que se quiere transmitir, y hay que reemplazar las emociones puras con palabras que no son más que máscaras grotescas e imperfectas que se acercan vagamente a lo que queremos decir).

Sin embargo, y volviendo al mundo real, aunque somos conscientes de la importancia y el pasar sin cesar del tiempo, a veces ignoramos su valor real y lo invertimos de manera, como decirlo, un tanto irresponsable (desde ciertos puntos de vista, claro), sobre todo cuando se trata de respetar el de los demás. Me explico: una cita a una hora. La persona se prepara, ajusta su agenda y horarios y de repente, la cita prevista ya no existe, porque según el o la interlocutora, hay “cosas más importantes” que han surgido sobre la marcha. La importancia: otro concepto del que podríamos hablar horas y horas.

¿Qué hace una cosa más importante que otra, en términos de tiempo? Es casi un koan. La conclusión que extraigo, viendo el comportamiento de una gran cantidad de gente, es que tenemos muchísimos conceptos distorsionados, aunque se puede ver un patrón: el miedo y el dinero son dos factores que regulan en gran medida, si no en toda, la manera como gestionamos nuestro tiempo. Piénsenlo. Es tan sencillo (y a la vez tan complejo y profundo) como eso. Sólo dos variables que mal gestionadas, dar origen a un caos en el que ya nos hemos acostumbrado a vivir.

Y después de todo esto, qué queda? Simplemente un enojo contenido cuando alguien cancela una cita o simplemente no se presenta, despreciando el tiempo y el esfuerzo de la otra parte…